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la que en buena parte puede depender el estatus económico y social del escalda. En los conocidos como "cantos a figura", el elogio es indirecto. El escalda canta en ellos, recreándolas, escenas alusivas a episodios de la tradición heroica o mitológica que decoran, por ejemplo, el escudo que le ha regalado un generoso señor o la mansión que se construyó un rico prohombre. Es habitual que el escalda de en su poesía amplia cabida a lo personal: manifiesta sentimientos de admiración, odio, pena, amor; se declara quizás testigo ocular de algún hecho; se jacta del valor que él mismo demostró en la guerra o, más frecuentemente, de su envidiable dominio del arte escáldico (skáldskapr), tenido siempre por excelso don de origen divino. Este pretendido origen divino de la habilidad poética de los escaldas deriva, según toda evidencia, de las muy dificultosas exigencias formales a que ellos se saben someter con raro virtuosismo en el ejercicio de su arte. Es constitutivo del género escáldico el empleo de una dicción en extremo artificiosa y convencional, que empeñadamente y, casi diríamos de un modo ritualizado, procura diferenciarse al máximo del habla corriente. Nada aquí, pues, de la inmediatez y relativa naturalidad que generalmente hallamos en los cantos éddicos populares. La primera y más evidente característica de este lenguaje escáldico es sin duda su constante recurrencia a un canónico juego de sustituciones léxicas, con el que de continuo evitan las menciones directas. No se dirá normalmente en esta poesía "espada", sino quizás "vara". "rama", "hierro", "filo", "fulgor", "rayos", etc., que son algunos de entre los numerosos términos que convencionalmente se consideran sinónimos o equivalentes, los llamados heiti, de este concepto de espada. Un nombre propio, de un dios, una bruja, un héroe, un caballo, un río, podrá siempre utilizarse en sustitución de otro o aparecer con valor genérico en vez del nombre común. Lo corriente, sin embargo, es que el escalda no se conforme con este simple intercambio de una palabra por otra, sino que se prolongue aquel juego con sucesivas y encadenadas sustituciones, configurando así una expresión de varios miembros, el kenning, que conjuntamente designan lo deseado. Un kenning para referirse al escudo es, por ejemplo, "la tapia del fragor", cosa no difícil de entender, si sabemos que fragor es uno de tantos heiti con los que se suele aludir a la guerra; "el lobo de la tapia del fragor" puede valer por espada, pues peligrosa enemiga, como aquel temido animal, es ella para con el escudo; "el pino del lobo de la tapia del fragor" resultará luego ser el guerrero, que semejante a un árbol, está erguido en la batalla empuñando su espada. Así pueden irse elaborando estos kenningar hasta llegar a contar con cinco, seis o, en caso ya extremo, siete miembros. La interpretación de estas peculiares perífrasis escáldicas requiere por lo general, no sólo una cierta dosis de imaginación, sino también un suficiente conocimiento real de las viejas tradiciones épicas y mitológicas escandinavas. ¿Cómo deducir, tomando un ejemplo simple, que "la carga de Grani" quiere decir el oro, si no sabemos que Grani era el caballo del famoso Sigurd, el cual, tras matar al dragön Fáfnir, se llevó su tesoro a lomos de su montura? ¿O quién podría concluir que "la cerveza del esposo de Frig" significa la poesía o el poema, si ignora que el esposo de Frig no es otro que Odín y que de este dios es, como lo enseña el mito, aquella excelsa bebida que confiere toda la inspiración poética y oculta sabiduría? Para mejor entender el talante de esta poesía, téngase en cuenta además que los kenningar y las expresiones todas de la dicción escáldica, rara vez aparecen con sus miembros dispuestos en un lineal orden sintáctico, sino constantemente descolocados e interrumpidos con vocativos u otras oraciones parentéticas, las cuales pueden llegar incluso a intercalarse entre dos sílabas de una