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común con ellas en los ancestrales cantos que probablemente se configuraron y
popularizaron por toda la Germania ya hacia la época de las migraciones. Tanto los
cantos de la Edda Mayor como una selección de representativos poemas anglosajones
(que conjuntamente constituyen el más atractivo núcleo de todo aquel acervo
tradicional) son hoy asequibles en castellano en ediciones recientes.
La poesía éddica tiene como temas favoritos, en primer lugar, los heredados de la
tradición heroica, pero también, aportando con ello testimonios únicos sobre este
campo, otros que extrae de la esfera de lo mitológico. Legendarias figuras y divinidades
de la vieja religión nórdica son las que más nutridamente pueblan sus versos, en
abigarrada compañía de variopinta corte de walkirias, gigantes, enanos y monstruos de
toda laya. Bravas proezas, conflictos de honor, trágicas suertes, avatares amorosos, pero
también lo didáctico y lo burlesco, el mito y la magia, se entreveran íntimamente en
aquellos cantos, cuya acción, expuesta de manera simple y directa, suele progresar
rápida y hasta sincopada por abruptos quiebros. En lo que se refiere a su forma métrica,
esta poesía utiliza básicamente, también ella, el mismo verso aliterado de que
comúnmente se sirvieron todos los pueblos germánicos. Un par de rasgos característicos
suyos, sin embargo, dan a la versificación éddica un marcado sello propio. Por una
parte, tiende regularmente a una estricta economía en cuanto al número de sílabas, de
modo que en cada semiverso suelen rondar en torno a sólo cuatro, dos de ellas
acentuadas. Por otra parte, los versos siempre aparecen vinculados entre sí, en unidades
mínimas de dos, generalmente, formando estrofas. Se distinguen varios tipos de ellas:
fornyrdislag, málaháttr y ljódaháttr; esta última peculiarizada. Junto con su variante
galdralag, por el empleo de un "verso pleno" de normalmente dos, a veces tres sílabas
acentuadas y aliteración independiente. Al igual que toda la demás tradicional poesía
popular de los distintos pueblos germánicos, los cantos éddicos escandinavos son, por
definición, anónimos y sólo tras un detenido análisis textual podemos conjeturar cuándo
y dónde se compuso cada uno. Los episodios mismo que originalmente los inspiraron
muy rara vez, por supuesto, dejaron alguna huella en la transmisión histórica.
La poesía escáldica se diferencia con bastante nitidez tanto de la éddica como de toda
otra poesía conocida antiguo-germánica. Señalaremos algunos rasgos distintivos. En
primer lugar, la obra escáldica es siempre el refinado producto artístico, altamente
consciente, de un autor, el escalda (skáld) del cual conocemos las más de las veces no
sólo su nombre y época, sino abundantes datos biográficos; algunos de aquellos poetas,
hombres a menudo de alto rango, e incluso de estirpe real, llegan a protagonizar
circunstanciadas sagas, que incluyen, junto con peripecias de su vida, numerosas
estrofas atribuidas a ellos. Se sigue de todo esto que, a diferencia de lo que ocurría con
los cantos éddicos, la obra del escalda suele poder ubicarse con relativa comodidad
tanto el lo geográfico como en lo cronológico.
Aunque las composiciones escáldicas, que reciben el nombre de drápa, flokkr, bölkr o
vísur, se ocupan de muy variados asuntos, es lo más corriente que tengan como último
fin lo encomiástico y de ahí que puedan, genéricamente, considerarse "cantos de
alabanza". Su punto de arranque, lo que les da ocasión, es siempre algo actual, algún
hecho o anécdota, de mayor o menor relevancia, que se inserta en la experiencia
personal del autor o que, cuando menos, acaeció en su propia época. Abundan aquí,
pues, los elogios a un rey o a cualquier otro notable señor que ganó famosa batalla, que
conquistó unas tierras, que murió heroicamente ante un más poderoso enemigo; se
celebra quizás su noble ascendencia, su valentía o, muy en especial, su generosidad, de