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antiguas teorías de los sarmientos del acanto y de la vida por las guirnaldas de cabezas de animales mordedores y con los ojos saltones y también de esta forma verter el "estilo animal II" germánico en una peculiar forma germánica del Norte. El florecimiento tardío del "estilo Vendel" (en el lenguaje profesional llamado Vendel- E) desembocó en el "estilo animal III", que es íntegramente un producto escandinavo. Esta forma final del arte previkingo nació, aproximadamente, en el 700 con las corrientes cada vez más enigmáticas de los elementos formales irlandeses y anglosajones. Pero las fuerzas resultaron insuficientes para una fusión creadora de estos elementos importados. Los nuevos impulsos (alambicadas y complicadas figuras de animales traídas de Irlanda, dibujos botánico-zoológicos de zarcillos procedentes de Inglaterra), si bien dejaron una inquietud perceptible, no llegaron a constituir un momento estelar del arte. Los artistas decorativos nórdicos enriquecieron todavía más su repertorio de formas con las aportaciones del Occidente europeo. El resultado fue una especie de superlativo. Los cuerpos de animales en forma de cintas se entrelazaron en ocho clases de nudos cuyas intrincadas curvas apenas podía ya seguir ni siquiera el ojo bien educado para ello. El juego de las líneas se hizo cada vez más complicado, más extraño, más caprichoso. Sin embargo, la técnica artesana alcanzó en esta misteriosa ornamentación un extremado refinamiento y una perfección hasta entonces no conocida. Pero este florecimiento era un producto decadente. Rico en gracia, en arrobamiento y en espíritu caprichoso, pero pobre en sustancia, el arte decorativo nórdico de finales del siglo VIII mostraba todos los síntomas de una incipiente anemia. En esta situación, el encuentro con las obras de renacimiento carolingio a comienzos de la época de los vikingos tuvo el efecto de una reanimadora transfusión de sangre. El motivo que se impuso a la parpadeante fantasía de los forjadores artísticos y de los tallistas vikingos fue la figura favorita de los francos en libros y paredes: el león. Los artistas nórdicos se apoderaron del melodramático rey de la selva, pero cambiaron su imagen de forma tal, que adoptó una figura y una fisonomía completamente distintas. Este león así enriquecido con elementos nórdicos entró en la historia del arte como el grifo vikingo. Era un animal que servía para todo, el animal completo por antonomasia: macho cabrío, perro y jabalí al mismo tiempo, distendido como un gato, obeso como un osezno. De cuerpo esbelto, caderas llenas y gruesas, extremidades largas, cimbreantes. Nacido de una fantasía desenfrenada: ridículo pero dinámico; grotesco pero peligroso; cómico pero muy agresivo. Porque este monstruo está constantemente dispuesto a dar el salto. Se revuelve con amplios movimientos. Se encabrita, estira, extiende, entrelaza sus miembros, los reduce, los hace un ovillo y los enreda entre sí. Siempre en movimiento enfermizo y lleno de violencia, siempre lleno de vida, malignidad y fuerza ofensiva. Infinitas posibilidades de variantes, se dice en la descripción que hace Brondsted del grifo ario, viven en el maravilloso animal de redondos ojos saltones. Los miembros delanteros y traseros hinchándose plásticamente, las garras siempre arañando y sacudiendo... un animal fantástico que a los vikingos debía hacerles una gracia enorme.