revista nórdica Mitologia_nordica.1474443498 | Page 226
Los espíritus cabalgaban o surcaban el puente generalmente sobre los caballos o las
carretas en las que se había quemado la pira funeraria con los muertos y las razas
nórdicas eran muy cuidadosas a la hora de calzar los pies de los fallecidos con un par de
zapatos especialmente resistentes, llamados zapatos de Hel, para que no tuvieran que
sufrir en el largo viaje a través de caminos accidentados. Poco después de traspasar el
puente Giallar, los espíritus llegaban hasta El Bosque de Acero, donde no había nada
excepto árboles desnudos con hojas de acero y tras dejarlo atrás, llegaban a las puertas
de Hel, al lado del cual el feroz perro manchado de sangre, Garm, estaba en guardia,
refugiado en un oscuro agujero conocido como la cueva Gnipa. La cólera de este
monstruo sólo podía ser apaciguada con la ofrenda de un pastel de Hel, lo cual nunca
fallaba a aquellos que en alguna ocasión le han dado pan a los hambrientos.
Dentro de la puerta, entre el intenso frío y la oscuridad impenetrable, se oía hervir la
gran caldera Hvergelmir y el rodar de los glaciares en el Elivagar y otros ríos de Hel,
entre los cuales se encontraba el Leipter, sobre el cual se hacían solemnes juramentos, y
el Slid, en cuyas turbias aguas rodaban continuamente espadas desenvainadas.
Adentrándose en este horrible lugar, se encontraba Elvidner (miseria), el palacio de la
diosa Hel, cuyo plato era el Hambre. Su cuchillo era la Avaricia. Holgazanería era el
nombre de su hombre, Indolencia el de su doncella, Ruina el de su umbral, Pesar el de
su cama y Conflagración el de sus cortinas.
Esta diosa tenía muchas moradas diferentes para los invitados que venían a visitarla a
diario, ya que ella recibía no sólo a los perjuros y criminales de todas clases, sino
también a aquellos que eran tan desgraciados como para morir sin derramar sangre. A
su reino iban a parar también aquellos que morían de vejez o enfermedad, una forma de
morir que era denominada "muerte de paja", ya que los lechos estaban construidos
generalmente con ese material.
Ideas de la Vida Futura.
Aunque los inocentes eran tratados bondadosamente por Hel y disfrutaban de un estado
de dicha negativa, no era de extrañar que los habitantes del Norte se encogieran ante la
idea de visitar su lúgubre morada. Y mientras los hombres preferían cortarse con la
punta de la lanza, arrojarse desde un precipicio o quemarse vivos, las mujeres no se
encogían ante medidas igualmente heroicas. En los extremos de su pesar, no dudaban en
arrojarse desde una montaña o en caer sobre las espadas que les eran entregadas el día
de su boda, para que sus cuerpos pudieran ser quemados con aquellos a los que amaban
y sus espíritus liberados para unirse a ellos en la gloriosa morada de los dioses.
Sin embargo, los horrores esperaban a aquellos cuyas vidas habían sido impuras o
delictivas. Estos espíritus eran desterrados a Nastrond, la ribera de los cadáveres, donde
caminaban por fríos ríos de veneno hasta una cueva hecha de serpientes entrelazadas,
cuyas fauces venenosas estaban giradas hacia ellos. Tras sufrir allí incontables agonías,
se les arrojaba a la caldera Hvergelmir, donde la serpiente Nidhug dejaba por un
momento de masticar la raíz del árbol Yggdrasil para alimentarse con sus huesos.
Un palacio que se erige
lejos del Sol
en Nastrond;