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sus puertas dan hacia el Norte, gotas de veneno caen de sus aberturas; entretejido está ese palacio con lomos de serpiente. Allí vio ella vadear las lentas corrientes a los hombres sedientos de sangre y a los perjuros, y a aquellos que seducen los oídos de las esposas de los demás. Allí absorbe Nidhug los cadáveres de los muertos. (Edda de Semund). Pestilencia y Hambre. Se suponía que la misma Hel dejaba ocasionalmente su tenebrosa morada para recorrer la Tierra sobre su caballo blanco de tres patas y en tiempos de pestilencia y hambre, si parte de los habitantes de un distrito se libraban de ello, se decía que ella había usado un rastrillo y cuando ciudades y provincias enteras habían sido despobladas, como sucedió en el histórica epidemia de la Muerte Negra, se decía que ella había cabalgado con una escoba. Las razas nórdicas creyeron posteriormente que a veces se permitía a los espíritus de los muertos volver a la tierra y aparecerse ante sus familiares, cuyo pesar o gozo les afectaba incluso después de la muerte, como se relata en la balada danesa de Aager y Else, donde un amante muerto le pide a su amada que sonría, para que su ataúd pueda ser llenado con rosas en vez de gotas coaguladas de sangre producidas por sus lágrimas. ·Egir, Egir, el Dios del Mar. Además de Njörd y Mimir, que eran ambos divinidades marinas, las razas nórdicas reconocían otro gobernador del mar, el que representaba el mar cercano a la costa y el océano primitivo, de donde todas las cosas supuestamente emergieron, llamado Egir o Hler, que vivía o bien en las frías profundidades de su reino acuático o bien en la isla de Lessoe, en Cattegat, o Hlesey. Egir (el mar), al igual que sus hermanos Kari (aire) y Loki (fuego), supuestamente pertenecía a una antigua dinastía de dioses, ya que él no se clasificaba ni como As ni como Van, ni gigante, enano o elfo, pero era considerado omnipotente dentro de sus dominios. Se suponía que provocaba las grandes tempestades que recorrían el mar, y se le representaba generalmente como un adusto anciano, con largos cabellos y barbas blancas, y dedos como garras que siempre trataban de asir algo convulsivamente, como si deseara tener todo al alcance de sus manos. Siempre se aparecía sobre las olas con la