revista nórdica Mitologia_nordica.1474443498 | Page 22

expedición con su barco. Un groenlandés, viejo amigo de Erik el Rojo, al que se conocía con el nombre de Thorhall el Cazador y que disponía también de una embarcación, les imitó. Se decidió que las ganancias de la expedición se distribuirían a partes iguales entre los participantes. Karlsefni embarcó sesenta hombres, cinco mujeres, ganado y material. Los tres navíos que formaban la expedición partieron con ciento sesenta vikingos, en su mayoría groenlandeses. El primer invierno lo pasaron en una isla situada en la desembocadura de un fiordo. Como había mucha corriente en el lugar, la denominaron la isla Straumsoy, y el fiordo recibió el nombre de Straumsfjord. Cuando llegaron, las aves marinas eran tan numerosas que era difícil andar sin aplastar sus huevos. Durante el invierno, que fue muy riguroso, Karlsefni hizo abatir árboles y cortar los troncos para reducirlos a las dimensiones requeridas para cargarlos en las naves. Pudieron alimentar al ganado, pero les costó trabajo asegurar su propia subsistencia. Un día, vino a varar en la orilla una ballena perteneciente a una especie desconocida de todos, incluso de Karlsefni, pese a ser éste un experto en la materia. El autor de la Saga de Erik el Rojo pretende que la carne del cetáceo les puso a todos enfermos. Con el retorno de la primavera, volvieron a abundar los alimentos gracias a los huevos de las aves, la caza y la pesca. Entonces se produjo un desacuerdo entre los socios de la expedición. Thorhall el Cazador quería explorar el país en dirección norte, mientras que Karlsefni prefería continuar hacia el sur, siguiendo la costa. Como no lograban ponerse de acuerdo, Thorhall regresó a Groenlandia con su barco y nueve de los vikingos que se habían puesto de su parte. Se embarcaron, pero una tempestad con vientos del oeste, les hizo derivar en dirección a Irlanda, donde murió Thorhall. Los que se quedaron en Vinland con Karlsefni navegaron en dirección al sur de la isla y llegaron a una bahía, que bautizaron con el nombre de Hop. Abundaban los peces y la tierra ofrecía buenos pastos, además de una variedad de trigo silvestre. La vid crecía en las colinas de alrededor. Decidieron establecerse y pasar allí el segundo invierno, que fue templado y sin nieve, lo que les permitió dejar el ganado en el exterior. Un día, numerosas canoas llenas de skraelingar que venían del sur, rodearon el promontorio y penetraron en el estuario. Eran hombres de baja estatura, de aspecto inquietante y tez oscura, pelo espeso, ojos grandes y pómulos anchos. Cuando empezaron a agitar los remos, los vikingos pensaron que era un signo de paz y se adelantaron hacia ellos, blandiendo un escudo blanco. Los skraelingar venían para comerciar y traían con ellos dos bultos conteniendo pieles y cueros, que querían cambiar por tejido rojo, espadas y lanzas. Karlsefni se opuso al intercambio de armas y tuvo la idea de enviar a las mujeres a buscar leche. Cuando los skraelingar la probaron, les gustó tanto que olvidaron las armas y cambiaron el contenido de sus bultos por la leche que les ofrecían. También el tejido rojo de los vikingos tuvo mucho éxito. Para empezar, se estipuló el cambio de una cuarta de tejido por cada piel. A medida que las existencias se agotaban, la dimensión del tejido fue disminuyendo, hasta quedar reducida a un dedo.