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Baugi obedeció en silencio y, tras trabajar durante un corto período de tiempo, retiró la
herramienta, diciendo que había atravesado la montaña y que Odín no tendría dificultad
en deslizarse hasta dentro. Pero el dios, desconfiando de tal afirmación, se limitó a
soplar dentro del agujero y cuando el polvo y los guijarros salieron hacia el exterior, le
ordenó severamente a Baugi que reanudara su trabajo y que no intentara engañarle de
nuevo. El gigante hizo lo que se le pidió. Transformándose en una serpiente, reptó por
el interior con tal rapidez que logró evitar el afilado taladro cuando Baugi se introdujo
traicioneramente tras él con la intención de matarle.
El Robo de la Bebida.
Tras alcanzar el interior de la montaña, Odín volvió a adquirir su apariencia divina y
manto estrellado y entonces se presentó en la cueva de estalactitas ante al bella Gunlod.
Pretendía ganarse su amor como medio para inducirle a concederle un trago de cada uno
de los recipientes confiados a su cuidado.
Conquistada con su apasionado cortejo, Gunlod consintió convertirse en su esposa y,
tras haber permanecido durante tres días enteros con ella en su guarida, la giganta
extrajo los recipientes de su lugar secreto y le dijo que podía tomar un sorbo de cada
uno de ellos.
Odín se aprovechó bien de este permiso y bebió tan profundamente que vació
completamente los tres recipientes. Entonces, tras haber obtenido lo que quería, salió de
la cueva y poniéndose sus plumas de águila, se elevó hacia el cielo, en dirección a
Asgard.
Todavía se encontraba lejos del reino de los dioses cuando se percató de que alguien de
perseguía y, ciertamente, Suttung, habiendo asumido también la forma de un águila,
venía tras él a gran velocidad, con la intención de forzarle a devolver el aguamiel
robado. Así que Odín voló más y más rápidamente, estirando todos sus nervios para
llegar a Asgard antes de que el enemigo le alcanzara. Mientras se aproximaba, los
dioses observaron inquietos la carrera.
Viendo que Odín sólo sería capaz de escapar con dificultad, los Ases reunieron
rápidamente todos los materiales combustibles que pudieron encontrar y, mientras
volaba sobre las murallas de su morada, prendieron fuego a la masa de carburante, para
que las llamas chamuscaran las alas de Suttung al seguir persiguiendo al dios, tras lo
cual cayó en el mismo centro del fuego, donde pereció abrasado.
Mientras, Odín voló hasta el lugar donde los dioses habían preparado recipientes para el
aguamiel robado, y vomitó el fluido de inspiración con tanta rapidez que unas pocas
gotas cayeron y fueron dispersadas por la tierra. Ellas se convirtieron en la porción de
poetas y escritores, reservándose los dioses la mayor parte del brebaje para consumo
propio, concediéndole ocasionalmente un sorbo a algún mortal al que favorecieran, el
cual, inmediatamente después, cobraría fama mundial por sus inspirados cantos.
Ya que los hombres y dioses le debían el preciado regalo a Odín, ellos nunca dudaban
en expresarle su gratitud y no sólo le llamaban por su nombre, sino que le veneraban
como el patrono de la elocuencia, la poesía y el canto, y de todos los escaldos.