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que habían elaborado recientemente. Tan pronto como Suttung les llevó a tierra, ellos le
entregaron el precioso brebaje, el cual confió a su hija Gunlod ordenándole que lo
vigilara día y noche, y que no permitiese que ni dioses ni mortales llegaran a probarlo.
Para cumplir mejor con esta tarea, Gunlod transportó los tres recipientes dentro de una
montaña ahuecada, donde veló por ellos con el más escrupuloso cuidado, sin sospechar
que Odín había descubierto el lugar en el que se ocultaba, gracias a los agudos ojos de
sus cuervos siempre vigilantes, Hugin y Munin.
La Búsqueda del Trago.
Ya que Odín dominaba la ciencia de las runas y ya había bebido de las aguas del
manantial de Mimir, él ya era el más sabio entre los dioses. Pero una vez supo del poder
de la poción de la inspiración elaborada a partir de la sangre de Kvasir, ambicionó
poseer el fluido mágico. Con tal propósito viajó hasta Jötunheim.
De camino hacia la casa del gigante, pasó al lado de unos terrenos donde se encontraban
nueve feos esclavos atareados recogiendo heno. Odín se detuvo por un momento y les
observó en su trabajo y, percatándose de que sus guadañas parecían muy despuntadas,
se ofreció a afilarlas, algo que ellos aceptaron entusiasmados.
Sacándose la piedra de afilar de su pechera, Odín procedió a afilar las nueve guadañas,
creando hábilmente uno filos tan cortantes que los esclavos le rogaron que les regalase
la piedra. Con resignación bienhumorada, Odín arrojó la piedra sobre la pared, pero los
nueve esclavos saltaron simultáneamente para cogerla, hiriéndose entre ellos con sus
afiladas herramientas. Enfurecidos ante sus respectivos descuidos, comenzaron a
pelearse y no se detuvieron hasta que todos estuvieron o bien heridos de muerte o
muertos.
Impávido ante esta tragedia, Odín continuó su viaje, llegando poco después a la casa del
gigante Baugi, un hermano de Suttung, el cual le recibió de forma hospitalaria. En el
transcurso de la conversación, Baugi le informó de que estaba muy azorado, pues era
tiempo de cosecha y todos sus hombres acababan de ser encontrados muertos en el
campo.
Odín, que en esta ocasión se había presentado con el nombre Bolwerk (causador de
males), pronto ofreció sus servicios al gigante, prometiéndole realizar el trabajo
equivalente de los nueve esclavos y trabajar diligentemente durante todo el verano, a
cambio de un solo trago del aguamiel mágico de Suttung cuando la atareada estación
hubiese acabado. El trato fue inmediatamente aceptado y el nuevo sirviente de Baugi,
Bolwerk, trabajó incesantemente durante todo el verano, más allá de lo que requería su
contrato, recogiendo apropiadamente todo el grano antes de que las lluvias de otoño
comenzaran a caer. Cuando llegaron los primeros días de invierno, Bolwerk se presentó
ante su señor, reclamando su recompensa. Pero Baugi vaciló y puso reparos, diciendo
que no se había atrevido a pedirle abiertamente a su hermano Suttung el trago de la
inspiración, pero que intentaría obtenerlo usando la astucia. Bolwerk y Baugi se
dirigieron juntos hacia la montaña donde Gunlod vivía y, como no pudieron encontrar
otro modo de entrar en la cueva secreta, Odín extrajo su fiel taladro, llamado Rati, y le
ordenó al gigante que usara toda su fuerza para hacer un agujero por el que pudiese
arrastrarse hasta el interior.