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Confiado en que sería capaz de liberarse, el lobo permitió pacientemente que le ataran a
conciencia y cuando todos se hubieron puesto a un lado, con gran esfuerzo se estiró y
fácilmente reventó la cadena que le aprisionaba.
Ocultando su disgusto, los dioses elogiaron en alto su fuerza, pero después fabricaron
una cadena mucho más fuerte, Droma, con la cual, tras algunas persuasiones, permitió
el lobo que se le volviera a atar como antes. De nuevo, un corto e intenso esfuerzo bastó
para reventar sus ataduras, por lo que en el Norte es proverbial usar las expresiones
figuradas "soltarse de Leding" y "librarse de Droma", siempre que sobrevenían grandes
dificultades.
Los dioses, dándose cuenta ahora que las ataduras normales, por muy fuertes que
fueran, no servirían para derrotar la gran fuerza de Fenris el lobo, le pidieron a Skirnir,
sirviente de Freya, que descendiera hasta Svartalfaheim y ordenara a los enanos que
fabricaran unas cadenas que nadie pudiese romper.
Utilizando artes mágicas, los elfos oscuros manufacturaron una fina soga sedosa, a
partir de materiales tan implapables como el sonido de los pasos de un gato, la barba de
una mujer, las raíces de una montaña, la nostalgia de un oso, la voz de los peces y la
saliva de los pájaros. Cuando estuvo finalizada, se la entregaron a Skirnir, asegurándole
que ningún tipo de fuerza podría llegar a romperla y que cuanto más fuerza tensada, más
fuerte se volvería.
Armados con esta cuerda llamada Gleipnir, lo dioses se dirigieron junto a Fenris a la
isla de Lyngvi, en medio del lago Amsvartnir y de nuevo le propusieron poner a prueba
su fuerza. Pero aunque Fenris había alcanzado una fuerza aún mayor, desconfió de una
cadena que se veía tan fina. Por consiguiente, rehusó permitir que le ataran, a menos que
uno de los Ases consintiera poner la mano en su boca y dejarla allí, como garantía de
buena fe y de que no fuera utilizada ningún arte mágico contra él.
Los dioses oyeron tal decisión consternados y todos se echaron atrás, con la excepción
de Tyr, el cual, viendo que los demás no consentirían esta condición, dio audazmente un
paso al frente e introdujo su mano entre las fauces del monstruo. Los dioses rodearon
entonces firmemente el cuello y las patas de Frenris con Gleipnir y cuando vieron que
sus más denotados esfuerzos para liberarse fueron infructuosos, gritaron y rieron con
júbilo. Tyr, sin embargo, no pudo compartir su alegría, pues el lobo, al verse capturado,
arrancó de un mordisco la mano del dios a la altura de la muñeca, que desde entonces se
ha conocido como la articulación del lobo.
Privado de su mano derecha, Tyr se vio obligado a usar el brazo mutilado para sujetar
su escudo y empuñar la espada con la mano izquierda. Sin embargo, tal era su destreza
que siguió abatiendo a sus enemigos como antes.
Los dioses, a pesar de los esfuerzos del lobo, estiraron el final de la cadena Gleipnir a
través de la roca Gioll y lo ataron al canto rodado Gelgia, el cual fue enterrado
profundamente en el suelo.
Abriendo sus pavorosas fauces, Fenris profirió aullidos tan terribles que los dioses, para
acallarle, sumergieron una espada en su boca, con la empuñadura apoyada contra la
mandíbula inferior y la punta en su paladar. La sangre comenzó a brotar entonces, con