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Abatido de dolor ante tal declaración, Tannhäuser huyó y, a pesar de los ruegos de su
fiel amigo Eckhardt, no transcurrió mucho tiempo antes de que regresara a Hörselberg,
donde desapareció dentro de la cueva. Sin embargo, tan pronto como hubo desaparecido
llegó el mensajero del Papa, proclamando que había sido perdonado, pues el bastón
marchito había florecido milagrosamente, probando ante todos que no existía un pecado
demasiado horrible como para no ser perdonado, siempre que el arrepentimiento fuera
sincero.
Eastre, la Diosa de la Primavera.
La diosa sajona Eastre u Ostara, diosa de la primavera, cuyo nombre ha sobrevivido en
la palabra inglesa Easter (Pascua) y en la alemana Ostern (Pascua), es también idéntica
a Frigg, pues también ella era considerada como la diosa de la Tierra, o más bien de la
resurrección de la naturaleza tras su prolongada muerte durante el invierno. Esta
indulgente diosa también fue muy querida por los antiguos teutones, tanto que incluso
después de la introducción del cristianismo guardaban un recuerdo tan agradable de ella
que rehusaron degradarla a la categoría de demonio, como muchas otras de sus
divinidades, y le dieron su nombre a la gran festividad cristiana. Durante mucho tiempo
fue costumbre celebrar este día con el intercambio de huevos coloreados, pues el huevo
representa el comienzo de la vida, por lo que los primeros cristianos continuaron con
este hábito, declarando, sin embargo, que el huevo era también simbólico de la
resurrección. En varias regiones de Alemania se pueden ver todavía altares de piedra,
conocidos como Osternsteine (piedras de Pascua), pues habían sido dedicados a la
hermosa diosa Ostara. Los jóvenes los coronaban con flores y danzaban alegremente a
su alrededor, a la luz de grandes hogueras, una especie de juego popular practicado
hasta la mitad del presente siglo, a pesar de las denuncias de los sacerdotes y de edictos
publicados repetidamente en su contra.
Bertha, la Dama Blanca.
En otras partes de Alemania, Frigg, Holde o bien Ostara, es conocida también por el
nombre de Brechta, Bertha o la Dama Blanca. Se la conoce mejor bajo este calificativo
en Turingia, donde se supone que vivía ella en una montaña ahuecada, velando por los
Heimchen, las almas de los niños aún no nacidos y de aquellos que habían muerto sin
ser bautizados. Allí, Bertha velaba por la agricultura, cuidando de las plantas, que su
escuadrón de infantes regaban cuidadosamente, pues se suponía que cada bebé
transportaba una pequeña jarra para tal propósito. Mientras la diosa fuera debidamente
respetada y su refugio no molestado, permanecería donde estaba. Pero la tradición relata
que ella abandonó en una ocasión su país, junto a su séquito de niños arrastrando su
arado, para asentarse en algún otro lugar y continuar con sus bondadosos servicios. Ella
es la antepasada legendaria de varias familias nobles y se supone que es la misma que la
diligente reina del mismo nombre, la mítica madre de Carlomagno, cuya época se ha
convertido algo proverbial, pues cuando en Francia y en Alemania se habla de la Edad
de Oro, es costumbre decir "en los días en los que Bertha tejía".
Como se supone que esta Bertha había desarrollado un pie muy grande y liso, de
presionar continuamente sobre el pedal de su rueca, se la representa a menudo en el arte
medieval como una mujer con un pie plano y de ahí que se la conozca como la "reine
pédauque".