revista nórdica Mitologia_nordica.1474443498 | Page 168
sobre la tierra con apariencia humana, para ver lo que hacían los hombres, se ponía
generalmente un sombrero de ala ancha, con el cual tapaba su frente para ocultar el
hecho de que sólo tenía un ojo.
Dos cuervos, Hugin (pensamiento) y Munin (memoria), se posaban sobre sus hombros
cuando él se sentaba sobre su trono y les enviaba al ancho mundo cada mañana,
esperando ansiosamente su regreso al anochecer, momento en el que ellos le susurraban
al oído las noticias de cuanto habían visto y escuchado. De esta manera, se encontraba
bien informado sobre todo lo que acontecía en la Tierra.
A sus pies se acurrucaban dos lobos o sabuesos de caza. Geri y Freki, animales que eran
sagrados para él y considerados de buen agüero cuando se cruzaban en el camino. Odín
siempre alimentaba a estos animales con sus propias manos, con carne que se servía
delante de él. Él mismo no necesitaba ningún tipo de comida para su sustento y rara vez
probaba nada excepto el hidromiel sagrado.
Cuando se sentaba ceremoniosamente sobre su trono, Odín descansaba sus pies sobre un
banquillo de oro, obra de los dioses, cuyo mobiliario entero y utensilios estaban siempre
hechos de tal metal precioso o de plata.
Además del magnífico Glasheim, donde se encontraban los doce asientos que ocupaban
los dioses cuando se reunían en asamblea, y Valaskialf, donde se encontraba su trono,
Hlidskialf, Odín poseía un tercer palacio en Asgard, situado en medio de la maravillosa
arboleda Glasir, cuyas relucientes hojas eran de oro rojo.
El Valhalla.
Este palacio, llamado Valhalla (morada de los caídos), tenía quinientas cuarenta puertas,
lo suficientemente anchas como para permitir el paso de ochocientos guerreros de frente
y sobre la entrada principal se encontraba una cabeza de jabalí y un águila, cuya
penetrante mirada llegaba hasta los rincones más lejanos del mundo. Las murallas de
esta formidable construcción estaban confeccionadas de relucientes lanzas, tan bien
pulidas que iluminaban todo el lugar. El techo era de escudos dorados y los asientos
estaban decorados con finas armaduras, el regalo del dios a sus invitados. Largas mesas
proporcionaban amplio espacio para los Einheriar, guerreros caídos en batalla, los
cuales eran especialmente favorecidos por Odín.
Las antiguas naciones del Norte, que consideraban la guerra como el más honorable de
los oficios y el valor como la virtud más grande, adoraban a Odín fundamentalmente
como dios de la batalla y la victoria. Ellos creían que siempre que una batalla fuera
inminente, él enviaba a sus ayudantes especiales, las doncellas del escudo, la batalla o
del deseo, las llamadas valkirias (electoras de los caídos), las cuales escogían de entre
los guerreros muertos a la mitad de ellos y los transportaban en sus veloces corceles a
través del palpitante puente del arco iris, Bifröst, hasta Valhalla. Recibidos por los hijos
de Odín, Hermod y Bragi, los héroes eran conducidos hasta el pie del trono de Odín,
donde recibían los elogios debidos a su valor. Cuando alguno de sus predilectos era
traído de esta manera hasta Asgard, Valfather (padre de los caídos), como se llamaba
también a Odín cuando presidía sobre los guerreros, se levantaba de su trono y se dirigía
hasta la gran puerta de entrada para darle la bienvenida personalmente.