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En este cementerio se puede estudiar, como en ninguna otra parte, la técnica de la
colocación de piedras incluso en sus formas más antiguas: triangulares, rectangulares,
circulares y ovaladas. Las tumbas en forma de barco, típicas de la época de los vikingos,
superan a todas las demás. Las investigaciones de Ramskov muestran lo descuidados que
estaban estos cementerios. Por tanto ha llegado a la conclusión de que su significado
simbólico se extendía sólo al acto de dar sepultura. Opina que se invitaba a las almas de
los muertos a ponerse en marcha mediante la colocación de piedras en forma de barco.
Una vez efectuada esta invitación, la tumba en sí carecía de interés.
También el gran cementerio de Birka, la en otros tiempos isla de los comerciantes en el
lago Mälar, muestra en la época de los vikingos coexistían distintas clases de
enterramiento. Los grandes señores se hacían enterrar en cámaras funerarias, con perro y
caballo, armas y arreos. Normalmente, a las mujeres se las enterraba en sencillos féretros
de madera: quizás un signo del alborear de la cristianización, que encontraba en la isla de
los comerciantes uno de sus principales puntos de apoyo. Sin embargo, entre las dos mil
quinientas colinas funerarias del cementerio de Birka también hay numerosas tumbas-
piras. Por lo visto, esta forma de enterramiento, precisamente en Suecia, defendió con
tenacidad sus últimas trincheras.
Haithabu, Lindholm Hoje y Birka son los grandes arsenales de muertos en esta
investigación de las costumbres mortuorias de los vikingos. Pero las auténticas
celebridades de las tumbas de los vikingos son tumbas aisladas: los renombrados
mausoleos de los grandes hombres y reyes nórdicos. De entre ellos cabe citar como los
más importantes: La tumba-barco de Haithabu; la colina real de Jelling; la tumba del
caudillo de Mammen; la tumba-barco del señor de Ladby; las tres tumbas-barco de Tune,
Gokstad y Oseberg junto al fiordo de Oslo.
Tumbas Principescas de los Vikingos.
La tumba-barco de Haithabu, junto a Schleswig, estaba situada al sur de la superficie
amurallada de la vieja ciudad, emporio comercial de los vikingos, y se dibujaba como una
pequeña elevación ovalada en medio del paisaje, antes de que las excavaciones de 1908 la
pusieran al descubierto.
Lo formaba una gran cámara funeraria de madera de 3.40 por 2.40 metros y dividida en
dos aposentos por tablones puestos de lado. Los aposentos contenían objetos muy
valiosos de dos o tres hombres: tres espléndidas espadas, restos de varios escudos,
flechas, bridas y espuelas, una copa de cristal, una bandeja de bronce y un cubo de
madera con aros de hierro. En una fosa plana al borde de la cámara estaban enterrados
tres caballos.
En la colina funeraria, los parientes o amigos de los difuntos habían apoyado en unas
piedras, con la quilla vuelta hacia abajo, un pequeño y marinero barco de carga de unos
quince a dieciocho metros de eslora. Por en el suelo sólo había ya pernos y planchas
podridas.
La tumba que databa del siglo IX, con toda probabilidad pertenecía a un rey o uno de los
miembros de una capa social especialmente privilegiada. Pero el análisis de los objetos no
permite aventurar ninguna suposición sobre quiénes eran el muerto y sus acompañantes
ni de dónde procedían. Tampoco la técnica seguida en la construcción de la tumba