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interés general, que se relacionan casi siempre con las preocupaciones que se pueden
esperar en una sociedad rural. Cada hombre libre allí reunido tiene total libertad de
palabra y es ésta su primera prerrogativa.
Una vez pasadas estas formalidades, el thing se erige en tribunal y juzga las causas
pendientes. Existía tres modos de arreglar una diferencia, quedando claro que no tratar
de hacerlo, que no querer compensar una ofensa, era considerado infamante: tratar de
solucionarlo amistosamente, querer la venganza sangrienta (hefnd) o, en la mayor parte
de los casos, promover una acción en justicia y en la forma debida.
La primera eventualidad consiste en buscar conciliaciones, especialmente por
intermedio de "hombres de buena voluntad" (godviljamenn) que desempeñan un papel
importante en las sagas de contemporáneos, pero que quizás no son tan frecuentes en la
realidad de la época vikinga, dado que más bien parecen reflejos, reales o inventados
por necesidades o disposiciones cristianas. Se podía si se era el ofensor, dejar al
querellante el derecho de juzgar solo (eindoemi o sjalfdoemi); era hacerle un honor
señalado y se podía esperar que en ese caso la sentencia infligida estuviera claramente
suavizada. Sin embargo, esto no sucedía sin cierta humillación por parte del ofensor.
En cuanto a la venganza sangrienta, puede no recaer sobre la persona misma del
acusado, sino sobre la de algún miembro de su familia, puesto que es todo un clan el
que se encuentra ofendido en la persona del querellante; la brecha (skard) que se ha
abierto en ese clan puede ser compensada de todas las formas que se quieran, en el
interior del clan adversario. Recordemos que el deber de venganza no está expresado en
ningún código de leyes y que la conocida actitud de la mujer que recuerda la venganza a
los hombres de su clan corre el riesgo de no ser más que un motivo literario.
Pero no se ve que un hombre no tenga derecho de vengarse de una manera o de otra. El
hecho es también que no vengarse de forma sangrienta, aceptar, por consiguiente,
compensaciones del orden que sea, era tenido por una solución poco viril: esto se
llamaba "llevar a los parientes muertos en su escarcela". No concluyamos de ello que
eran individuos de naturaleza ferozmente vengativa o sanguinaria. Eran conscientes de
la infamia que sufrían o, más exactamente, de que lo sagrado que vivía en ellos, por
ellos sufría. Había pues algo imperioso, en última instancia, apremiante, en el deseo de
rescatar la sangre por la sangre. No es que la ley de sangre fuera soberana, pero sí podía
existir algo de intolerable en la constatación de que una ofensa permaneciera impune.
Los jueces del thing eran en general vecinos o dignatarios locales, y existía un jurado
(kvidr) cuyos fallos eran decisivos. La marcha del proceso no requiere comentarios
particulares, pero todas las etapas importantes exigían la presentación de testigos o la
prestación de juramentos. El veredicto podía variar. La pena de muerte no existía, salvo
para los casos reputados totalmente indignos de un hombre y no susceptibles de requerir
compensación, como la violación, el robo declarado y el homicidio vergonzoso, es
decir, perpetrado cuando la víctima estaba totalmente indefensa (por ejemplo, si se le
mataba estando en su lecho, o en tierra, o el cualquier estado de total vulnerabilidad).
Se condenaba por consiguiente, al pago de multas en plata (raramente) o en especie
(vadmal o cualquier mercancía de valor) y, en los casos más graves, aunque estos pagos
podían dejar al condenado completamente arruinado, al destierro o a la proscripción.