revista nórdica Mitologia_nordica.1474443498 | Page 102

dado, sino a las dises que viven en él. Todo ataque a su integridad es propiamente un sacrilegio. Está por lo tanto, totalmente en su derecho si quiere vengarse. En su derecho, no en su deber, es preciso señalarlo para evitar un error común. Pues puede perfectamente no vengarse, sean cuales sean las razones de esta negativa. Pero si quiere vengarse, está en su derecho, pues restaura así lo sagrado que acaba de ser violado en su persona. En realidad, en la de todo su clan, puesto que él se siente parte integrante de su familia y es ella en última instancia la que, a través de él, ha sido afrentada. Esta es la razón por la que, en un primer análisis, el thing o asamblea es una institución absolutamente fundamental, desde todos los puntos de vista, en esta sociedad. Existen varios por año, con emplazamientos fijados por la costumbre o queridos por la configuración de los lugares y ciertamente muy antiguos. Parece que pudo existir un thing de primavera o varthing, otro de otoño o leid, celebrándose el thin "central" en la segunda quincena de junio. Se piensa que el thing de primavera instruía los casos pendientes y preparaba la sesión mayor y que el thing de otoño recapitulaba las decisiones del althing, aunque esta última palabra no figure más que a propósito de Islandia. Esta asamblea es a la vez legislativa y jurídica, pero también económica y social. Es sobre el Althing de Islandia del que tenemos más y mejor información, situado en el Thingvellir. Pero también los hubo de importancia en Riba, Dinamarca, en Frosti, Noruega o en Uppsala, Suecia o en Visby, Gotland. Era necesario un emplazamiento favorable, que debía implicar una elevación con una falla, la falla o pendiente del thing (thingbrekka), que pudo tener inicialmente un significado religioso que se ha perdido. Algunos textos dan a entender que había que consagrarla antes de abrir las sesiones. Era bueno que hubiese un espacio amplio disponible, para permitir que los asistentes se sentaran. El cualquier caso, el thing general podía durar varios días, incluso dos semanas y había que instalarse allí. No existe ninguna razón para que la costumbre islandesa de levantar los "bud", los campamentos de barracas, que eran una especie de tiendas de campaña montadas sobre armazones de madera reposando sobre un zócalo permanente de piedras o tierra, no haya existido por otras partes de Escandinavia. Del mismo modo, se puede inferir del uso islandés la existencia en todas partes de una especie de presidente de este parlamento (lögsögumadr en islandés), elegido por cierto tiempo, tres años según parece. Su tarea consistía, en primer lugar, en recitar toda la ley, por tercios, durante un período de tres años, pues, para que nadie la ignorara. En segundo lugar, presumimos, debía dirigir las discusiones cuando se trataba de tomar nuevas medidas para el bien común, medidas de orden legislativo más que ejecutivo pues, rasgo completamente notable, estas sociedades no conocieron jamás que se sepa, ni policía, ni milicia, ni ejército regular. Pero la aceptación de la ley como consentimiento unánime, le da una condición de sagrada. Por otro lado, correspondía al vencedor de un proceso el hacer ejecutar la sentencia pronunciada contra su adversario. Una vez montadas las barracas y todos los ciudadanos reunidos, la sesión puede comenzar. Se escucha al presidente recitar la ley y después se pasa a las cuestiones de