Iglesia católica. Necesitamos dejarnos llevar por el Espíritu más allá de las fronteras que nosotros hemos ido fijando. Con razón, el papa Francisco nos ha llamado a ser Iglesia en salida, comunidad abierta y cercana, que se gana un lugar en la sociedad, que construye credibilidad por su testimonio y compromiso, y que vive con pasión y alegría su identidad y misión.
Quizá algún lector se preguntará: ¿ Y qué tiene que ver esto con el Pueblo sacerdotal, que es lo propio de nosotros como Familia de la Cruz? Sin embargo, – como iremos viendo en esta columna de la revista La Cruz – nuestra propuesta carismática, nuestro aporte desde la Espiritualidad de la Cruz, está en profunda consonancia con esta manera de vivir como Iglesia.
Nosotros soñamos con ser una Iglesia « Pueblo de Dios », profundamente engastada en la vida de los pueblos y atenta a sus necesidades. Una Iglesia que se construye desde abajo y des- de dentro, que conoce lo que vive nuestra gente, y ama y promueve lo verdaderamente humano. Una Iglesia profundamente « sacerdotal », menos preocupada por ella misma y más atenta a las necesidades de nuestro mundo. Como dice el Concilio Vaticano II: una Iglesia pueblo mesiánico, que se sabe pequeña grey y, sin embargo, es germen firmísimo de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano.
Una Iglesia Pueblo sacerdotal que tienen por condición la dignidad y libertad de los hijos de Dios y en cuyos corazones habita el Espíritu Santo; una Iglesia que tie-
18