Revista Greca | страница 53

Hay otros muchos usos de la simbología, como laambientación. En Mishima, el lugar tiene relación directa con lo que está pasando: mientras más lúgubre y pesado es el ambiente en que se encuentran, más trágico e inhumano va a ser lo que se haga o diga en ese espacio. Esto es muy fácil de ver en la división del texto. La primera parte, llamada « Verano », es más amena para leer, sobre todo en cuanto a las temáticas que se tocan; así mismo, los ambientes veraniegos son más luminosos y alegres que los de la segunda parte, « Invierno », más oscura y deprimente tanto en contenido como en espacios. Algo similar hace Fukasaku, pues tanto en el ambiente donde se encuentran constantemente los personajes como en la forma en que se visten, se puede intuir el tipo de personajes que van a ser en la historia. Es más, las lealtades y alianzas se pueden apreciar en las escenas de acuerdo con la organización de los personajes en el cuadro.
Ambos tienen un muy buen uso de la simbología y de su propio estilo para utilizarla. En los anteriores ejemplos se vio esto muy claro, pero donde cobra más importancia es en los rituales, elemento de gran importancia en la cultura japonesa. En Yakuza Papers tienen un papel muy interesante, pues mediante estos es que los yakuza representan su código de honor; tanto en las ceremonias de compartir copas de sake, donde se convierten en hermanos de sangre entre ellos y juran lealtad, como cuando se cortan un dedo u otra parte del cuerpo como castigo, muestra de humildad y acto de redención. Todos estos rituales están basados en las costumbres samuráis debido a que las organizaciones yakuza se identificaban con estos y decían que en los samuráis radicaba su origen, así que su código de honor estaba basado en el de ellos y por medio de estos rituales era que mantenían vivo su honor, sin importar todas las atrocidades deshonrosas que cometieran. En la novela, en cambio, tienen un significado e importancia más fuertes, puesto que por medio de los rituales se reafirma la posición ideológica. No hay mejor manera de explicar esto que con la siguiente cita, la cual contiene la esencia del ritual en la novela.
Cogiendo al gato por el cuello, el jefe le hizo una incisión en la piel del pecho con la punta de la hoja y cortó suavemente hasta la garganta. Luego, con ambas manos, estiró la piel hacia los lados: la capa de grasa aparecía debajo como una tierna cebolla recién pelada. El cuello desollado, que yacía airosamente en el suelo, parecía llevar una máscara de gato. El gato era solamente lo exterior; la vida se había hecho pasar por un gato. Bajo la superficie, sin embargo, había un interior suave y carente de expresión, una vida interna plácida, de un lustre blanquecino, en perfecta consonancia con Noboru y los demás, quienes podían sentir sus propios intrincados y ennegrecidos interiores surcándola y ensombreciéndola como barcos sobre las aguas. Ahora, al fin, los chicos y el gato— o, más exactamente, lo que había sido un gato— se hicieron perfectamente armónicos. Poco a poco fue quedando al desnudo el endodermo. Su belleza transparente de madreperla no era en absoluto repulsiva. Podían ver a través de las costillas, y bajo el redaño percibieron el cálido y familiar latido del colon […]. El jefe desgarró la membrana que lo cubría y extrajo el hígado grande, rojo y oscuro. Luego desenredó los inmaculados intestinos y los depositó en zigzag en el suelo. Se alzó un vaho y fue a pegarse contra los guantes de goma. Cortó el colon en rodajas y, al exprimirlo, todos pudieron ver un caldo color limón. […] Cuando estrujó el corazón entre los dedos, el resto de la sangre brotó a borbotones y se extendió por los guantes, enrojeciéndolos por completo. ¿ Qué es lo que en realidad sucede aquí? Noboru había soportado la ordalía de principio a fin. Ahora, su semiaturdido cerebro entrevió cómo el calor de las vísceras diseminadas, de los charcos de sangre del eviscerado abdomen, hallaban su más alta perfección en el éxtasis del alma lánguida y grande del gatito muerto. El hígado, fláccido junto al cadáver, se convirtió en una suave península, el corazón aplastado en un pequeño sol, los intestinos desenredados en un blanco atolón, y la sangre del vientre en las aguas templadas de un mar tropical. La muerte había transformado al pequeño animal en un mundo perfecto, autónomo.( Mishima, 2015, pp. 69-72)
De una manera formidable Mishima convierte este acto, aparentemente sin sentido alguno más allá del placer enfermizo que puede generar, en toda una acción de liberación y de purificación del alma. Desde la perspectiva de los niños, no están solo abriendo y extrayendo las entrañas de un gato; mediante esto, están convirtiendo ese ser despreciable que era el gato en todo un universo bello, unificado y libre, libre de toda maldad y sinsentido que llena esta sociedad del nuevo Japón. Libre de los padres, del aburrimiento, etc. Por más radical y trastornado que sea, ellos, por medio de este ritual, encuentran la paz, una paz a la que solo se llega con la muerte, porque la muerte purifica y unifica al ser. Con esta escena, Mishima muestra todo el poder que puede tener un ritual, todo lo que puede significar, sin importar lo que parezca a simple vista. Ese es el enorme papel que cumplen los rituales en El marino que perdió la gracia del mar.
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