Revista Greca | Page 52

Guerra; solo pueden avanzar en este nuevo mundo en el que están obligados a sobrevivir. Además, muchos de los que se volverían yakuzas habían perdido a su familia en la Guerra, ya fueran hijos, esposas o, en el caso de los menores, sus padres. Todos estos componentes dan sentido a los personajes de Fukasaku, los cuales también tienen un papel representativo de la sociedad y del contexto del país, e incluso del mundo. Cada uno da cuenta de las preguntas y preocupaciones de la sociedad en todos los momentos que narra la saga; es más, la tercera película empieza con el narrador haciendo una comparación entre las luchas de influencias yakuza con la Guerra Fría, que se daba en el contexto mundial de la historia de la película. Así, Fukasaku hace una excelente representación de la sociedad japonesa durante las primeras dos décadas de la posguerra por medio de sus personajes, un recurso que puede usar debido a la distancia temporal entre la grabación de la saga y la historia que cuenta. Mishima, en cambio, tiene personajes totalmente diferentes, con sus propias funciones dentro de la historia y que corresponden a la percepción y mensaje que quiere dejar su autor. Empezando por el protagonista, Noboru, un niño que perdió a su padre en la guerra y que ahora se enfrenta al dilema existencial dejado por la destrucción de la cultura japonesa, como en Yakuza Papers, es un personaje que busca un sentido de vida en la posguerra, pero de características totalmente diferentes a las de Hirono. Noboru es un niño que no necesita adaptarse a un nuevo Japón o sobrevivir en las calles; es solo el hijo de una familia acomodada que poco o nada recuerda de los tiempos anteriores a la guerra, pero que no se siente a gusto en la sociedad en la que vive, que no encuentra un sentido de vida y tiene un profundo desprecio por las personas con las que convive y, sobre todo, por los valores que rigen las relaciones sociales. Es aquí donde se ve la principal diferencia entre los personajes de ambos autores: mientras los de Fukasaku representan sectores y posiciones sociales a lo largo de las décadas en las que transcurre la historia; en Mishima, por el contrario, representan ideologías, ideologías que chocan entre sí, con Noboru como epicentro de esta confrontación; los otros tres personajes importantes de la novela y representantes de esas ideologías son Fusaku, el jefe y Ryuji. Fusaku y el jefe son los dos entes que generan el conflicto, puesto que Fusaku intenta que su hijo sea un hombre de negocios respetable y que, al igual que ella, se adapte a este nuevo Japón occidental; mientras que el jefe repudia totalmente este pensa52 miento, considera que esta mentalidad es estúpida, debido a que fomenta el aburrimiento que tanto odia, un aburrimiento tan impuro que solo puede ser purificado con la muerte. Ryuji, en cambio, es un punto intermedio, por decirlo de esa forma; siempre buscó la grandeza a la que sintió estaba destinado, una grandeza que requería que todo y todos los demás desaparecieran, pero con el pasar del tiempo y al conocer a Fusaku se rinde ante esta meta y prefiere volverse un padre y esposo siguiendo los deseos de su amada, los cuales son guiados por su ideal de adaptación al mundo occidental. En conclusión, es alguien que buscaba otra cosa pero prefirió seguir este camino y abandonar esa gracia que le daba el mar, lo que lo pone en una situación parecida a la de Noboru, quien, por el contrario, sigue el camino que le enseña el jefe: decide buscar el sentido yendo en contra y odiando todo lo que representan su madre y Ryuji. Así mismo, como los dos autores —mediante sus personajes y la forma de usarlos— dan su interpretación, hay otro recurso muy importante fuertemente marcado en la novela y las películas: la simbología. Esta cumple un papel fundamental en las dos, principalmente porque está pronunciada en partes esenciales de las dos historias. Partiendo del ejemplo más básico y fácil de encontrar, tanto en Mishima como en Fukasaku, la repetida aparición, aparentemente innecesaria, de productos y marcas estadounidenses o de otros países occidentales. En El marino que perdió la gracia del mar está presente durante todo el libro, siempre mostrando cómo la influencia extranjera es cada vez mayor y la japonesa cada vez más insignificante. Es más, en el libro muy pocas son las referencias a tradiciones nacionales u objetos que hagan alusión a la cultura, pero casi en todos los capítulos hay una o varias menciones de productos foráneos, a los que, además, se les da una importancia que no es indispensable para lo que está pasando en la historia principal, solo para mostrar cómo son casi que necesarios para las personas, cómo ellas las prefieren a las tradicionales, pues en el nuevo Japón lo nacional es considerado inferior. Fukasaku, en cambio, no lo marca tanto en las películas. A partir de la tercera se empieza a notar cómo ahora la mayoría de los productos son de marcas extranjeras y cómo estos son preferibles a los de la industria japonesa. Además, es evidente que el aumento de este fenómeno es lineal progresivo; la cantidad de escenas con objetos importados en las películas es siempre mayor en la siguiente, lo que obviamente es una forma de decir que la occidentalización del país fue cada vez más fuerte.