Revista Greca | Page 50

Totalmente diferentes en sus temas y en la forma estética de su arte, pero con temáticas y un trasfondo social en común: uno, literato y dramaturgo reconocido, varias veces nominado al Premio Nobel; otro, director perteneciente a una gran compañía y que hacía películas por encargo; y a pesar de lo distante de su entorno creativo, nivel educativo, reconocimiento nacional e internacional y objetivo de su trabajo, los dos marcan fuertemente temas de la sociedad japonesa de la época desde su estilo y posición propios.
Entre la inmensidad de películas y libros de los dos, tomaré la novela El marino que perdió la gracia del mar( 1963) y la saga de películas Yakuza Papers( 1973 – 1974). Aunque las dos distan de ser la obra más aclamada de sus creadores, ambas tienen elementos comunes y diferencias que los vuelven perfectos para analizar varios aspectos del Japón de la posguerra y los diferentes puntos de vista de sus autores.
En principio parecería que tanto las películas como el libro tienen una visión casi igual sobre el Japón de la posguerra, puesto que hay elementos de crítica y narrativa de la occidentalización, además del fuerte papel de los rituales japoneses en la historia, cosa que llevarían a pensar que Mishima y Fukasaku retrataban un mismo Japón en su trabajo. Sin embargo, para mí esto no puede ser más erróneo. Aunque naturalmente los dos tienen elementos en común, cada uno muestra una visión muy diferente de la sociedad y de sus valores.
En Yakuza Papers la sociedad japonesa está devastada por la Guerra, el concepto de unidad se ha perdido y cada persona lucha de manera solitaria para sobrevivir al caos que ha dejado la derrota y la ocupación estadounidense. No existe el orden, la solidaridad solo trae problemas y la línea entre lo legal e ilegal es tan difusa que parece incoherente. Como muy bien dice la cita con la que empieza este texto, gran comienzo para la saga con la que el narrador al principio de la primera película, titulada Batallas sin honor ni humanidad, resume la situación de Japón durante los primeros años de la posguerra. En este contexto es en el que un sector de la población, conformado principalmente por exsoldados, ve la yakuza como opción para afrontar este nuevo mundo; uno donde, como se ve en la primera escena de la película, los soldados de la ocupación pueden violar a una mujer nipón 1 sin tener alguna oposición, diferente a la de un antiguo soldado ya sin nada que perder, pues la policía tiene ya más trabajo del que puede soportar con la violencia y descontrol de los japoneses, para también enfrentar a las fuerzas extranjeras que mantenían control político y militar en el país. A todo esto se le suma la escasez de recursos que dificultaba conseguir empleo y la necesidad de buscar una forma para imponerse sobre toda la violencia que sacudía las calles; una forma de no ser pisoteado por los demás y pisotear a todo aquel que lo intentara. Ese es el Japón que muestra Fukasaku, uno sin rumbo donde la yakuza se alzaba como la única opción para subsistir en una nación destruida en cuerpo y espíritu, que conjuntamente iría desarrollándose con el crimen organizado a través de un camino de violencia que no parece tener fin. Según mi interpretación de Fukasaku, la guerra no terminó, sólo cambió de forma.
Mientras tanto, Mishima muestra un Japón muy diferente, más adelante en el tiempo y a diferencia del caótico Hiroshima de Yakuza Papers, el Yokohama 2 de El marino que perdió la gracia del mar es aparentemente una ciudad en calma totalmente recompuesta de la guerra. Sin embargo, a lo largo de la novela se demuestra que no es así, que después de todos esos años no se han logrado llenar los abismos que dejó la guerra; aunque la vida parece perfecta en las familias de los niños de esta ciudad portuaria y aunque su situación económica es ideal, tanto ellos como sus padres esconden graves problemas psicológico-emocionales y traumas que esconden de los demás. La sociedad que plasma Mishima en este libro no es una donde se vea directamente el impacto de la guerra o los conflictos sean evidentes, sino una llena de cicatrices internas que la carcomen por dentro, en la que, al igual que en Fukasaku, no hay rumbo, pero no por las mismas razones: no hay rumbo porque los individuos se sienten perdidos en un mundo que ignora y esconde sus problemas, que es falso; una simple fachada de tranquilidad mientras detrás de ella hay toda una historia de destrucción y las ruinas de toda una nación y su cultura, la cual perdió la guerra y posteriormente su identidad. En El marino que perdió la gracia del mar se narra el conflicto ideológico de un Japón con su cultura totalmente destruida, donde sus habitantes tienen que decidir si resignarse a vivir al estilo occidental y perder su esencia, o librarse de todo esto para salir a buscar la grandeza por sus propios medios, una grandeza que conlleva la purifi-
1
Relativo al Japón o a sus habitantes. [ Nota del corrector ]
2
Ciudad japonesa ubicada en la región de Kantö, isla de Honshü. [ Nota del corrector ]
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