Revista Greca | Page 49

exentas de toda compasión u honor, y uno de los más atroces dictadores hasta la actualidad, Adolf Hitler; todo esto sin mencionar el lamentable y horroroso hecho del lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Debido a esto y mucho más, casi todo el primer mundo terminó devastado no solo materialmente, sino que también dejó heridas sociales profundas en materia de moralidad e identidad, que no se limitaron únicamente a los países directamente afectados en el conflicto; también dejaron una huella oscura y profunda en el alma de las demás naciones del planeta.
Pero de todos los damnificados de esta carnicería sin sentido, probablemente el peor librado fue Japón, ya que fue la víctima de las devastadoras bombas atómicas, las cuales dejaron consecuencias genéticas y ambientales que continúan hasta la actualidad.
Esto provocó tal terror en la población que, a causa de ello, durante los años siguientes a las explosiones no consiguió verdadera paz y tranquilidad en las zonas cercanas o, incluso, el resto del país.
Aun así, las desgracias de Japón no terminaron. La ocupación aliada de su territorio durante la posguerra destruyó enormemente su cultura y censuró los medios de expresión en todo nivel: artístico, periodístico, etc. Sin embargo, el impacto en la mentalidad de la sociedad fue tanto que no se pudo contener, pues estaba, está y estará fuertemente arraigado en la memoria de los japoneses; en consecuencia, su representación en el ámbito artístico tuvo tal magnitud durante los años siguientes a la guerra, que es imposible encontrar algún producto— de cualquier índole artística— libre de esta influencia. Por ende, no hay artista posterior a estos acontecimientos que no los tenga— así sea de trasfondo— como base conceptual. No obstante, en algunos es más evidente que en otros, por ejemplo, los dos pilares de este texto: Yukio Mishima y Kinji Fukasaku.
Yukio Mishima( 14 de enero de 1925 – 25 de noviembre de 1970) es uno de los mayores representantes de la segunda generación de escritores de la posguerra japonesa y fundador de Tatenokai, un grupo patriota entrenado en disciplinas físicas y artes marciales que luchaba por la identidad nacional. Mishima siempre estuvo rodeado de la aristocracia de su país por mandato de su abuela, la cual estaba emparentada con los antiguos samuráis de la era Tokugawa. Esto le permitió alimentarse de la tradición japonesa de la escritura, cosa que le infundió una gran pasión por este arte y lo llevó a convertirse en escritor, a pesar de tener una prometedora carrera en Derecho. Cuando comenzó la Guerra intentó unirse al escuadrón kamikaze, pero una tuberculosis se lo impidió, hecho que consideraría una ofensa y lamentaría bastante, puesto que una muerte honorable era una importante meta en su vida.
Después de terminada la Guerra y pasada dicha humillación, tuvo un gran auge como escritor. Prueba de esto son sus tres nominaciones al Premio Nobel de Literatura, otro objetivo de vida que mantuvo en mente. La situación socio-cultural de la posguerra le dio gran fuerza a su obra, sin embargo, afectó negativamente su situación personal, pues sentía que el Japón occidental que se estaba formando y la pérdida de la identidad cultural eran una catástrofe inadmisible que debía ser detenida a toda costa; cosa que intentó hacer de manera radical en noviembre de 1970, cuando asaltó el cuartel general de Tokio del Comando Oriental de las Fuerzas de Autodefensa de Japón. Durante este ataque mantuvo cautivo al capitán de la base e intentó dar un discurso a las tropas, esperando que se sublevaran en contra del nuevo régimen y reinstalaran al emperador como máxima autoridad política del país. Pronto se dio cuenta de que era inútil y procedió a llevar a cabo su suicidio en forma de ritual samurái harakiri; acabó con su vida en un acto crítico sobre el rumbo de Japón y se dio una muerte honorable, intentando con ello cumplir dos de sus ambiciones.
Kinji Fukasaku( 3 de julio de 1930 – 12 de enero de 2003), por otro lado, creció en la ciudad de Mito, zona con gran cantidad de organizaciones criminales yakuza, lo que le permitió tener una visión muy cercana de la violencia y del funcionamiento de estas mafias. Dicha cercanía a la crueldad se incrementó en gran medida durante la Guerra, pues vivió la experiencia de ser atacado directamente por la artillería estadounidense. Toda esta violencia fue lo que le dio la capacidad y talento para realizar cine crudo y violento; en otras palabras, lo que le permitió desarrollar su carrera en una gran compañía cinematográfica como Toei, donde trabajó desde el periodo de la posguerra. No obstante su enorme filmografía, Fukasaku no tuvo gran reconocimiento nacional— pese a haber revolucionado el yakuza-eiga en la década de los setentas— hasta el año 2000, cuando estrenó Battle Royale, película ahora considerada de culto en Japón y a la que inclusive le realizó una secuela, en la que, durante el rodaje, Fukasaku murió de cáncer.
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