Revista Greca | Page 16

El saúco María Antonia Plata Séptimo A Esa noche el cielo estaba nublado y tan solo unas pocas estrellas se veían brillar, era como si un manto de oscuridad envolviera la noche tan solo dejando que la luna, con su luz apagada, derramara el poco brillo sobres los árboles que perdían las hojas con el viento otoñal. Empezaba a llover. Aturdido por los truenos y relámpagos no vio más alternativa que buscar un techo para pasar la noche, esperar a que el sol saliera y así retomar su camino. Desesperado por encontrar un lugar y atormentado por las múltiples sombras que se proyectaban en el suelo, echó a correr. Minutos que se hicieron horas y horas que parecían infinitas, corriendo en línea recta y sin parar por lo que parecía un laberinto de árboles del que nadie podría escapar. Corriendo, casi sin ver por las gotas en los ojos, se tropezó con las raíces que sobresalían de la tierra. Atontado por la caída se volteó y, quitándose el lodo de la cara, pudo ver con claridad el árbol con el que había tropezado. «Un saúco», se dijo. «Un saúco maldito». Recordaba bien estos árboles: su madre le había hablado toda la vida de ellos. Le decía que las brujas se convertían en saúcos para liberarse de sus males y, una vez tenían el alma limpia, podían irse, dejando así el árbol maldito. opción. Armándose de valor, dio los primeros pasos y entró al recibidor. Era inmenso: tenía baldosas negras y blancas que iban intercaladas, los marcos de las ventanas eran de un rosado pálido con dorado; todo estaba un poco deteriorado por el tiempo y la humedad. Al fondo se veía un letrero que decía con letras doradas «Sanatorio de Belitz Heilstaten». Este era el nombre del antiguo sanatorio que había tenido lugar allí. Se comentaba que era uno de los mejores, que trataban con gran compasión a sus pacientes. Fue un gran proyecto hasta que terminó trágicamente cuando se encontraron cuerpos colgados del techo de la iglesia; al parecer, cada que un paciente moría, lo colgaban allí. Cuando se descubrió fue un escándalo en todo el país. Los dueños afirmaron que lo hacían únicamente para facilitarles el viaje, pero las autoridades lo consideraron un acto desagradable y siniestro; desde entonces nadie volvió a mencionarlo. Se paró y revisó el lugar, tanto tiempo corriendo en línea recta. ¿Qué tan lejos estaría? En todo caso parecía estar en el mismo lugar de partida. Todo era igual, los mismos monstruosos árboles que lo acorralaban, el mismo lodo asqueroso; no había nada diferente. Molesto por no encontrar un lugar donde quedarse y más aún por no poder salir de ese bosque maldito, siguió su camino y a pocos pasos vislumbró una grande y compleja construcción. La examinó durante varios minutos y poco después se encaminó hacia ella. Entre más cerca, más grande, más compleja y, sobre todo, más sombría. En frente a la puerta le dio una última revisada antes de entrar y sintió un miedo desmesurado hacia aquella mansión. Dudó en entrar, pero la lluvia no paraba y el frío era inaguantable. No había más 16 Fotógrafa: Luisa Riascos.