R’ lyeh, tierra onírica
Samuel Díaz Monroy Séptimo B
Encontrábase posado en el asfalto, muerto, inmóvil y frío como la soledad en nuestro cosmos. Observaba detalladamente su cuerpo irradiado de espesa sangre cuyo resplandor carmesí reflejaba y evidenciaba quiénes somos. No asimilaba que tal atrocidad era obra de un humano, puesto que los cortes en la complexión de aquel sujeto eran perfectos. Su garganta no desparramaba sangre, simplemente estaba adherida a su laringe. Sus articulaciones estaban extirpadas de su tórax. Extrañamente el hedor proveniente de este cadáver era el intenso bálsamo de sus propios jugos gástricos. No hay manera de describir el rostro puesto que los principios para no perder la cordura es manejar la conciencia a través de la conducta.
Al divagar en tierras del ensueño, se manifestaba este onírico recuerdo de una ciudad maltrecha, en cierto sentido sagrado pues se escuchaban cantos célebres y sinfonías caóticas aterradoras. Tengo una extraña anatomía, similar a un homo-erectus, con facciones de un ser acuático, cuyo dogma se estructura a través del sufrimiento de los incultos e ignorantes. Quedaba claro que mi subconsciente me estaba castigando. Presenciar castigos del oscurantismo e incluso divagaciones de delirantes pesadillas perturbaban mi conciencia.
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