Revista Greca Revista Greca Número 2. | Page 77

Finalmente lograron llegar a un extraño acuerdo el cual no necesitó palabras para que así pudiesen seguir su camino. Después de esto, el clon se perdió en la oscuridad.   Ningún artista dedicado a plasmar lo surreal o irracional, por experto que sea, puede retratar con exactitud lo que fue aquella experiencia. Lo más cercano a lo que pueden llegar las palabras es lo siguiente: Cayó, y luego, en un movimiento de «u», regresó. Por eso, no puedo dar mayor descripción más allá de la ya dada. Cuando volvió en sí estaba mojado, recostado junto a la fuente, boca arriba, con un ligero movimiento convulsivo.   Yo me encontraba por esos lugares. Me acerqué junto a un par de sujetos más para tratar de hacerle reaccionar, ya fuese hablándole o moviéndole; sin embargo, él no parecía prestarnos atención. Tenía la mirada fija en el sol, esperando oír la voz del clon. Cuando le preguntamos qué le había ocurrido, narró con una voz fría, como la de algún muerto —estoy casi seguro de que debe sonar así la de uno— y sin pausas ni reacción, toda su historia junto con sus pensamientos finales antes de que el último hilo de su cordura fuese cortado. Se agitaba como hacen las cuerdas de las guitarras. Helos aquí:   «Ahora me doy cuenta de que esa cosa a la que le temo no es un dios, ni un fantasma, probablemente tampoco era un clon. Creo que tengo el acertado presentimiento de que es una parte de mí que sin embargo desconozco, y que existe en un mundo diferente, pero igual. Contradicciones así hay en todo, lo cercano y lo distante, lo conocido y lo extraño. El misterio parece aclararse, la roca no había regresado ese día de julio, sino que, por el contrario, había cruzado esa barrera invisible hasta llegar a los pies del muchacho que jugaba con su hermana. Lo mismo con la moneda. Y volvió a suceder cuando salté por el pozo. ¡Me encontraba del otro lado del espejo!». 69