—¡Deja de torturarme, dios! ¡Y, si realmente me controlas, entonces deja de hacerlo también!
Esperó ansioso a que sonase el agua. No pasó. Por el contrario, y para horror suyo,
la moneda regresó, de la misma forma que la piedra hacía tantos años. La lanzó de
nuevo, pero sucedió lo mismo una y otra vez. No quería creerlo. Llegado un punto ya
no importaba la moneda, nada lo hacía en realidad, puesto que uno de los dos hilos de
cordura que le quedaban había sido cortado. Sabiendo esto no debe sorprender que en un
flexible y rápido movimiento saltase a la fuente, perdiéndose.
Era mucho más profunda de lo que parecía, de hecho, resultaba absurdo que existiese
una fuente de tales proporciones. Pronto, la luz del exterior desapareció en un pequeño
punto distante. Sucedió lo mismo con el sonido, el agua que caía a chorros, e incluso
los muros. Parecía estar flotando en un vacío absoluto en el cual ninguna dimensión
prevalecía.
Entonces vio cómo a la distancia, justo debajo de sí, aparecía otro punto luminoso,
como si fuese a salir de un túnel. Junto a este, todas las demás cosas regresaron incluida
una oscura silueta que se aproximaba rápidamente. No era ni muy alta ni muy baja,
parecía una muy común, sus cabellos estaban ordenados, pero parecían manipulados por
el viento. Se le pusieron los pelos de punta al percatarse de que además era la que producía
esa voz idéntica a la suya, la cual imitaba todo lo que decía.
Cuando chocaron, pudo olerle, oír el latir de su corazón, sentir su respiración, todas
estas cosas eran idénticas y estaban coordinadas con las suyas. Le empujó, su clon hizo lo
mismo por lo que volvieron a su estado inicial. Luego comenzó una pelea que consistía
en movimientos iguales que fácilmente hubiesen podido ser tomados como un chiste.
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