Revista Greca Revista Greca Número 2. | Page 76

—¡Deja de torturarme, dios! ¡Y, si realmente me controlas, entonces deja de hacerlo también!   Esperó ansioso a que sonase el agua. No pasó. Por el contrario, y para horror suyo, la moneda regresó, de la misma forma que la piedra hacía tantos años. La lanzó de nuevo, pero sucedió lo mismo una y otra vez. No quería creerlo. Llegado un punto ya no importaba la moneda, nada lo hacía en realidad, puesto que uno de los dos hilos de cordura que le quedaban había sido cortado. Sabiendo esto no debe sorprender que en un flexible y rápido movimiento saltase a la fuente, perdiéndose.   Era mucho más profunda de lo que parecía, de hecho, resultaba absurdo que existiese una fuente de tales proporciones. Pronto, la luz del exterior desapareció en un pequeño punto distante. Sucedió lo mismo con el sonido, el agua que caía a chorros, e incluso los muros. Parecía estar flotando en un vacío absoluto en el cual ninguna dimensión prevalecía.   Entonces vio cómo a la distancia, justo debajo de sí, aparecía otro punto luminoso, como si fuese a salir de un túnel. Junto a este, todas las demás cosas regresaron incluida una oscura silueta que se aproximaba rápidamente. No era ni muy alta ni muy baja, parecía una muy común, sus cabellos estaban ordenados, pero parecían manipulados por el viento. Se le pusieron los pelos de punta al percatarse de que además era la que producía esa voz idéntica a la suya, la cual imitaba todo lo que decía.   Cuando chocaron, pudo olerle, oír el latir de su corazón, sentir su respiración, todas estas cosas eran idénticas y estaban coordinadas con las suyas. Le empujó, su clon hizo lo mismo por lo que volvieron a su estado inicial. Luego comenzó una pelea que consistía en movimientos iguales que fácilmente hubiesen podido ser tomados como un chiste. 68