El maravilloso mes de junio
María Cristina Rodríguez
Octavo A
Nací, crecí y sigo creciendo en una familia bastante católica y conservadora, así que
apenas salí del jardín me mandaron a un colegio católico. En ese colegio nos enseñaban
que solamente existía una manera correcta de hacer las cosas, la de Dios, que las buenas
personas iban a la iglesia todos los domingos, eran humildes, confesaban sus pecados, etc.
El punto es que no me sentía bien en ese colegio, no sentía la confianza ni en mí ni en
el ambiente para expresar mis dudas, o expresar quién soy, entonces cuando encontré este
otro colegio con una metodología tan distinta a la que venía acostumbrándome, quedé
confundida. Me parecía la cosa más extraña que pudiera existir, o sea, no daban clases
de religión, casi no había materias, y además los profesores te hablaban en un tono más
humano, te inspiraban confianza para preguntarles las cosas y eran amables contigo.
Ahí aprendí muchas cosas, cosas bastante importantes para la vida y para mi
crecimiento como persona. Entre esas cosas aprendí que eso que me venían inculcado
desde pequeña de que la única buena manera de hacer las cosas, no existe, por ejemplo;
la forma correcta de vivir es creyendo en Dios, hay muchas otras religiones que deben ser
igualmente respetadas y tomadas en cuenta, y son muy bellas, su historia, su código de
conducta para todos los que la siguen, sus dioses y lo que cada uno representa.
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