Burdel
María Antonia Plata Octavo B
Con nueve años escuché por primera vez la palabra « burdel », la única palabra que rescaté de una conversación cualquiera de dos personas por ahí. Me gustaba decirla, sonaba bien, burdel. Se sentía rico pronunciarla. La repetía mucho, pero siempre en voz baja, no sabía lo que significaba, no le había preguntado a nadie, algo en la palabra me sonaba sucio, como si fuera una palabra de la que no se pudiera hablar abiertamente con la mamá o el papá o los amigos, como si fuera una grosería sin serlo, como si incitara a una imagen en la que una niña de nueve años no debería estar pensando, me daba pena preguntarle a mi mamá y luego ver su cara de sorpresa por la pregunta tan indecente y luego pensar en el incómodo momento en el que ella trata de responder con la verdad pero sin ser muy cruda y yo, en ese mismo instante arrepentida de haberle preguntado, pensando en cualquier otra pregunta para cambiar el tema, y al tiempo imaginándome que tan terrible debía ser un burdel como para causar tal incomodidad en una conversación entre madre e hija.
Para evitarme tal lío, preferí, en vez de preguntarle a cualquier persona, recurrir a Google, herramienta con la cual no podría compartir ningún momento incómodo. Lo primero que me apareció después de buscar, fueron las ubicaciones de dos clubes nocturnos en Bogotá « La Piscina Nigth Club » y « Forty Nine Club », más abajo el enlace
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