yo sigo hablando. «Déjame ilustrarte un poco más. El té fue inventado en el año 2700
a.e.C. por un emperador chino llamado Chen Among, quien en un día soleado estaba
descansando en su jardín con un hornillo en el que hervía un poco de agua, para combatir
el calor, cuando de repente cayeron hojas de un arbusto en el agua, tiñéndola un poco. El
emperador, con curiosidad, probó esta infusión y la encontró agradable. En conclusión el
té había nacido de alguien de la realeza y con suprema elegancia».
(Fotografía preparada) Fotografía: Oscar Mora.
Él aún no parecía convencido y contraatacó minimizando el hecho, y me insinuó que si
bien pudo ser un emperador, este no era conocido y no marcaba gran diferencia, pues si lo
hubiese creado un campesino tampoco nadie
lo conocería. Intenté ignorar ese comentario
falto de argumento y proseguí. «Bueno, hay
una leyenda. Conoces a Buda, ¿cierto?». Él
asintió. «Bueno, se dice que Buda decidió
meditar por siete años sin dormir, y que al
quinto, viendo que el sueño lo iba a vencer,
se arrancó las pestañas. Cuando cayeron al
suelo, de ellas nacieron unos arbustos, cuyas
hojas al meterlas