Revista Greca Revista Greca Número 2. | Page 30

bien una claridad en que esa revolución no fue cultural en lo latino, sino en lo literario mundial. Es por eso mismo que las lecturas latinoamericanas se reducían al mismo Da- río y Neruda. Los escritores que les siguie- ron lo reconocen; se formaron ellos más con escritores europeos y estadounidenses que con sus compatriotas. La tradición francesa o inglesa, harto más consolidada que la criolla, era más anhelada entre lec- tores que ésta última. Las letras hispanoa- mericanas todavía estaban faltas de unión y reconocimiento de sus compatriotas, y a mala hora, cuando Estados Unidos parecía acercarse con más ahínco a las naciones bajo él. (Fotografía de calle) Fotografía: Irina Ávila.   Por aquellas cosas del azar, cuando tan- tos años se había tardado Latinoamérica en llegar a este punto —y con qué dificultad— se concentra en el breve periodo de diez años el boom; la cúspide a la que había llegado la literatura latinoamericana, en su épica tardía de dar identidad. Con este movimiento, se dio consciencia a los pueblos de que había, sin duda alguna, vasos comunicantes; lenguajes a modo de raíces que cruzaban desde el Jalisco de Rulfo hasta el Buenos Aires de Sábato. De tal movimiento que tanto se había añorado, se diría que, en un momento en que se veían amenazados de convertirse en una colonia estadounidense, habían aparecido seis, siete, ocho escritores y de golpe habían dado a sus países un estado de consciencia, alejándolos más y más de Estados Unidos (Cortázar, 1977). Pero ya no hay eso, ni mucho menos. La consciencia aún prevalece, sí, pero tales faros ya no existen, y no termina de ser angustian- te el acelerado desarraigo de la tradición, conforme las dinámicas capitalistas y alienantes suturan el tejido de cuanta nación se encuentran. A esto se vio sumado la reducción, si se 22