Revista Farol De Arte y Literatura
Aprender a bailar bajo la lluvia
Anaí Cano
Todo vuelve y es la misma sensación. En la mañana, mientras
tomaba un baño, dispuesta a salir y despejarme, retomé el caso y lo
dije: “Me siento exactamente igual como cuando pasó aquella vez”. La
diferencia es que aquella vez fui más vulnerable, fui más perspicaz,
tuve una oportunidad que supe aprovechar. Esta vez no tengo nada.
Es tan similar porque se siente igual y huele igual, y la lluvia
es igual y la inundación en mi alma es igual... pero no la cercanía
que sentí en aquellos tiempos. Soy tan torpe, tonta, testaruda, no sé
diferenciar entre el bien y el mal. Y es que sigo siendo una niña, a
diferencia de que te siento, te siento como mujer.
La lluvia va y viene, empieza fuerte, luego cesa. Mi corazón
comienza a temblar: tiembla de miedo, miedo a perder, tiembla de
ansia y de frío, tiembla porque no sabe qué pasará. Llueve y, mientras
mi ventana se encuentra abierta, escucho como rebotan las gotas
y vuelvo a pensar en ti. Esta lluvia me ha embriagado ciertamente,
lástima que tu ebriedad no se deba a las gotas de agua que caen del
cielo. Hablas y pretendes arreglarlo todo, y no te das cuenta, en ese
estado sólo lo has empeorado. Me sentía tan tranquila, estaba tan decidida… hoy todo se esfumó. Adiós sueños, adiós pensamientos, adiós
fortaleza, adiós vida nueva. Adiós. Esta lluvia me mata y amedrenta
mi noche, sigo temblando y sigue lloviendo y no va a parar, me lo dice
mi alma y me lo dijo un meteorólogo en la televisión… ¡Este huracán
me está atormentando! Me refiero al huracán que lleva tu nombre, al
huracán que me hace sentir tan débil. O mejor dicho, mi debilidad eres
tú, tú mi dulce y tierna debilidad, que golpea fuerte y duro contra mi
existencia. ¡No quiero sentir más! ¡Me doy por vencida! Estoy exhausta… Me duele amar.
15