RevistaFarolDeArteYLiteratura
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Me pregunto, ¿por qué hay personas a quienes les gusta la lluvia? ¡Yo la detesto! La detesto porque me recuerda mi dolor y mi sufrimiento, porque la escucho y retumba en mis oídos como una fuerte
llamada de conciencia. Este sentimiento me desgarra el alma. La lluvia
siempre viene cuando él se va.
¿Y a quién le importa? Supongo que a nadie. Me irrita escribir
sobre esto, pero aquí estoy. A veces pienso que debiera no sentir y
quisiera abrir la ventana y sentir el aire fresco pero si lo hago posiblemente lloraré. Lloraré al sentir que la brisa está aquí festejando, danzando de un lado a otro sólo porque tú decidiste no venir. No viniste
y no vendrás jamás.
¡Y aquí viene de nuevo! Maldita lluvia. ¿Por qué no te vas? ¿Por
qué no me dejas una sequía inagotable, inconmensurable? Una sequía
de sentimientos. ¡Sí! Eso es lo que necesito. No te quiero, lluvia, por
mí llévate a este estúpido corazón y piérdelo por ahí. Daría todo por no
sentirme así... me enfermas, tan simple como eso y no es sólo por decirlo: me enfermas literalmente, ahora esta gripe no me deja ni dormir.
“A partir de hoy todo cambia”, esa frase la he pronunciado tantas veces que mis palabras ya ni siquiera tienen validez. He tocado
fondo. He descubierto qué tan estúpida, irónica, infantil e idiota puedo
llegar a ser... Y al final del día vuelvo a caer en mi almohada llena de
lágrimas y arrepentimiento. Quisiera ser ciega y sorda y muda y volverme nada y no existir, y después renacer en algo menos complejo
como es un ser humano. Al menos un humano como yo. Tengo que
entender que no puedo quedarme sentada esperando un cambio que
no sucederá. Nada cambia si no cambio yo. Quizás debí haber comenzado por ese punto desde un principio. Así que dejaré de esperar a
que pase la tormenta y aprenderé a bailar bajo la lluvia.
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