RevistaFarolDeArteYLiteratura
campesinas hablando. Decían que tal vez fuera mejor que las polillas
se fueran a otro lado ya que algunos niños comenzaban a desarrollar
una enfermedad debido al polvo que soltaban. Esa tarde, Kai estuvo
llorando sin consuelo. Lloró y lloró y lloró, y, cuando creía haberse
controlado, recordaba de nuevo las palabras de las campesinas y volvía a llorar. No se atrevía a regresar al Árbol del Tiempo, donde tanto
mariposas como polillas vivían, pues tenía miedo de que la vieran en
ese estado y la cuestionaran.
De esta forma llegó la noche. Tanta era la tristeza y el dolor de
Kai que no se dio cuenta de en qué momento llegó la noche, así como
tampoco de que la Luna la miraba con sorpresa, pues nunca había visto algo tan bonito. Notó que estaba llorando, así que decidió hablarle.
–¿Por qué lloras?
–Por qué no soy bonita.
–Claro que eres muy bonita. ¿No te has visto?
Al ser blanca y gracias a la luz plateada de la Luna, Kai parecía
brillar, como si estuviera hecha de luz. Al escuchar esa pregunta reaccionó y se dio cuenta de que era un Astro quien le había llamado. Tuvo
muchos sentimientos encontrados, pero al final logró concentrarse.
–¿Estoy brillando?
–Así es –dijo la Luna con una sonrisa–. Acércate, quiero verte.
Un tanto avergonzada por su torpe vuelo Kai obedeció, pero se
sorprendió al ver que el polvillo de sus alas brillaba.
–Es polvo de estrellas –le dijo la luna con voz dulce–. ¿Cuál es
tu nombre?
–Soy Kai.
–Dime, Kai, ¿cómo es que nunca te había visto volar?
–Nosotras no volamos de noche, sólo de día.
–¿”Nosotras”? ¿Hay más como tú?
–Sí, somos muchas.
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