MI CÁRCEL SIN REJAS
Tormenta, lluvia, frío, me dirijo hacía una casa antigua, desolada, hecha de piedras oscuras, tristes, rosas marchitas. Camino hacía ella, pero no quiero entrar, tengo los puños cerrados, apretando fuerte, voy derramando leche en un jarrón que había cogido con sus manos sucias, llenas de culpa. Paso a paso, voy lenta, no quiero llegar a mi destino cruel. Agaché la cabeza, crucé la verja chirriante y allí estaba. Se escuchaban gritos... la veía débil. Dos cojines taponaron mis oídos... Desperté, todo era diferente, mirara donde mirara, veía valor, valentía. Él ya no está. Los colores son intensos.
Lucía Gil, alumna de 1º ESO E