INSPIRA2
LA FERIA
Ya han pasado 45 años desde la ultima vez que lo vi. Era otoño, corría el año 1985, mi hermano mayor y yo estábamos en la feria subidos en la noria, admirando las vistas del atardecer. Mis padres estaban mirándonos desde abajo, con sonrisas en sus caras.
Al bajar me fijé en un puesto de tirar dardos. Al hombre que lo dirigía no parecía que le gustaran los niños, pero aun así yo me acerqué. Les pedí a mis padres jugar, pero me dijeron que sería mejor ir a casa porque se estaba haciendo de noche. Antes de irnos de la feria entré en un baño portátil que había cerca y al salir no vi a mi familia. Lo único que se veía era una oscuridad infinita y el puesto de tirar dardos iluminado por un farolillo. Me quedé esperando al lado del baño teniendo la esperanza de que mis padres vinieran a por mí.
Después de una hora decidí ir al puesto de dardos. Le pregunté al hombre si había visto a mi familia salir de la feria, pero me dijo que no. Me puse a mirar para todos lados esperando ver a mis padres y el hombre del puesto me sonrió diciendo: “no los encontrarás en esta oscuridad, pero si quieres, te puedes quedar en el puesto hasta que vuelvan”.
Al principio dudé porque era un extraño, pero tuve que acceder ya que no era buena idea quedarme sola en la oscuridad. Me senté en una silla a esperar, pero pasaron las horas y no venían. El hombre, después de horas callado, dijo: “ya es hora de desmantelar el puesto”. Me puse de los nervios porque todavía no había venido mi familia a por mí. Él me miró y al momento se giró para coger una manta diciendo: “si quieres puedes esperar aquí, pero no cojas frío”. Después de dármela empezó a recoger el puesto. Yo me senté en el suelo mirándolo. Parecía que le gustaba su trabajo, pero no los niños que iban a jugar.
Llegó el momento de despedirse, y lo único que dijo antes de marcharse fue: “nos vemos el año que viene”. Pasaron días, semanas, meses y mi familia no regresaba, la única persona que venía a verme era el hombre del puesto de tirar dardos. Aunque sólo viniera una vez al mes, me gustaba pasar el rato con él. Mi familia no volvió a por mí, me dejaron sola.
Al cabo de unos años, empecé a trabajar en el puesto de dardos. Después de unos días, pasó una pareja que me resultaba muy familiar, me puse a pensar y cuando me acordé de ellos, fui corriendo, gritando: “!mamá, papá!”. Al girarse y ver quién era yo, me abrazaron diciendo entre lágrimas: “Por fin te encontramos”. Me despedí del hombre del puesto de dardos llorando a cántaros diciendo: “volveré a visitarte”. Me fui con mis padres a ver a mi hermano, que me recibió con los brazos abiertos.
Después de doce años, volví a la feria con mi familia, fuimos directos al puesto de tirar dardos y a la lejanía lo vi, a la persona que estuvo conmigo durante tantos años. Mi madre, antes de empezar a andar hacia él, me dijo: “¿estás segura de que se acordará de ti?” a lo que respondí: “eso espero, ya he pasado suficiente tiempo sin verlo”.
Ana Perianes, alumna de 1º ESO E