Revista EntreClases Mayo 2019 | Page 9

Oportunidades para conocer a gente brillante y personas de referencia en mi ámbito laboral. Oportunidades para crecer, para aprender qué sí y qué no quería, y qué sí y qué no merezco. Oportunidades para demostrarme a mí misma que el problema no estaba en mí, sino en la motivación. Una motivación que me llevó a ser la mejor alumna de cada año que duró esa etapa, culminándola con el Premio al Mejor Expediente Académico, por la Universidad de Extremadura, y con una Beca Santander de prácticas remuneradas que resultó ser el pistoletazo de salida para el comienzo de mi experiencia laboral como Trabajadora Social.

Este verano se cumplirán 3 años desde que, tan sólo un mes después de haber empezado a ejercer gracias a esa beca en la Asociación Down Mérida, me comunicaron que debía renunciar a ella. El motivo: un contrato de trabajo. Desde entonces, trabajo cada día en lo que más me gusta, rodeada de profesionales que se han convertido en mi familia, y con, para, y por personas con discapacidad intelectual que hacen de mi trabajo, un placer.

Ya veis cómo cambia la vida, y qué poco importa muchas veces el cómo somos en los seis años de instituto, pero mucho el quiénes somos. Porque algo os puedo decir; si he llegado a donde estoy, es por no perder de vista jamás quien yo era y he sido en cada etapa de mi vida. Rechazando en todo momento camuflarme en algo que no iba conmigo, y ceder ante tendencias, exigencias o prácticas propias de una minoría dominante. El respeto por nuestra propia identidad y nuestros principios han de ir de la mano del trabajo para poder llegar justo a donde queremos y merecemos.