Revista EntreClases Mayo 2019 | Page 8

LAURA SALGUERO

De puntillas a zancadas firmes. Así he pasado por la vida en estos últimos ocho años.

Mi nombre es Laura Salguero, y soy antigua alumna (Curso 2010/2011) del IES Santa Eulalia. Probablemente, buena parte del claustro no recordará quién soy, ya os digo que se me daba fenomenal pasar de puntillas. La frustración de trabajar duro y no obtener los resultados que buscaba, el tener difícil encajar entre personas tan diferentes a mí, los complejos y la inseguridad propia de la edad, y para qué engañarnos, lo difícil que resulta la vida social en el instituto, hicieron que la etapa que viví ahí dentro fuera una de las más bonitas pero duras de mi vida. Por suerte, además de muchos tropiezos y de recuerdos que intento no revivir demasiado, hubo algo maravilloso que saqué de aquellos años: amigos/as. 4º de la ESO supuso un punto de inflexión en mi vida.

Conseguimos crear un grupo tan heterogéneo a la vez que perfecto, que ni nosotros/as mismos/as sabíamos cómo era posible que nos complementáramos tan bien siendo tan sumamente diferentes. Pero así era, y así es.

Entenderéis entonces que cuando nos graduamos, y fui yo la única que no había decidido qué hacer… me sintiera sola. Sola, frustrada, muy perdida, e injustamente mal. Dificultades varias impedían que saliera de Extremadura para estudiar lo que siempre había querido, unido a la imposibilidad de acceder a esa titulación por mis notas, que dictaban mucho de ser altas a pesar de lo duro que he trabajado siempre. Así que, única de todos/as nosotros/as que se quedaba en Mérida, y sin un futuro próximo y cierto.

He de decir que para mí no fue fácil. Ya sabéis el daño que hace la auto-exigencia… pero en mi caso siempre me ha ayudado más que perjudicado, y al menos, también lo hizo en aquel momento.

Me matriculé en la Escuela Oficial de Idiomas, en Portugués e Inglés, y dediqué todo el tiempo que pude a aclarar mi mente y no dejar que pasara demasiado tiempo para no caer en la comodidad y que toda oportunidad de promocionar, se marchitara. Con suerte, no pasaron muchos meses hasta que alguien sembró en mí, sin querer, la inquietud por una nueva disciplina: el Trabajo Social. Resulta que toda mi vida había tenido en mente la lucha por el cambio en la sociedad, el trabajo de campo y de investigación para aquellos colectivos más desfavorecidos, pero nunca le había puesto un nombre. El Centro Universitario Santa Ana, en Almendralejo, ofertaba el Grado en Trabajo Social, y tras una charla, en la que no pude parar de sonreír, con el Director del Grado, dije el “sí” que más oportunidades me ha dado en los últimos siete años.

ANTIGUAS ALUMNAS