Revista El Uru Nº 55 | Page 19

cuándo pasaba para juntarnos todos en la esquina y saludarlo .
Pero lo que realmente atrapaba nuestra atención diaria estaba en la vereda de enfrente de mi casa , llegando a la esquina de Gobernador Viana y Agustín Sosa : una casa abandonada , que luego la bautizamos “ La Casa Embrujada ”.
Era una edificación antigua , con gruesas paredes de material descascarado . Del lado de Agustín Sosa , se dejaba ver , entre los árboles frondosos y la maleza , la inmensa pared lateral de la casa , con un alto ventanal desvencijado . Si uno se asomaba podía ver , a través de las altas rejas , el patio del fondo , una auténtica selva como para entretener largo rato a un jardinero . Del lado de Gobernador Viana estaba la puerta de la entrada , larguísima para mi mirada de niña , compuesta por dos postigos . Parecía proteger celosamente el misterio que guardaba . Sin embargo , había en ella un agujerito que permitía atisbar algo del interior .
Nos juntábamos allí , en la entrada , y nos turnábamos para espiar . Ya al caminar sobre la vereda del lugar , sin proponérnoslo , hacíamos silencio . La penumbra , la visión limitada o el rayo de sol que se atrevía a filtrar por alguna grieta incentivaban nuestra imaginación . Los ruidos que producía el viento al intentar sacudir los viejos postigos , o el aleteo de algún pájaro , nos invitaban a creer que alguna aparición deambulaba por allí . Eran largos segundos llenos de suspenso , que se convertían en minutos , hasta que algún chiquilín tenía la ocurrencia de dar un grito que nos hacía huir despavoridos en una carrera loca , en donde el susto se mezclaba con nuestras risas . Entonces nos sentábamos en la vereda de mi casa , recuperábamos el aliento , y , unos minutos después , volvíamos , decididos a dilucidar el misterio de “ La Casa Embrujada ”.
Era nuestra obsesión . Cuando salíamos a hacer un mandado no podíamos pasar por aquella vereda sin observar las hendijas de las ventanas a la pesca de una sombra o un sonido . Desde la ventana de mi casa , junto con mi hermana , pasaba mucho tiempo mirando la fachada .
Solíamos reunirnos en secreto para organizar una invasión al tenebroso recinto , dando muestras de nuestro coraje y amor por la aventura .
- Yo tengo una pala . - Mi papá es mecánico . En el taller tiene un gancho . Si le prendemos una cuerda al agujerito de la puerta , y uno tira para afuera y el otro lo engancha , se puede abrir . - Si conseguimos cuchillos podemos cortar las ramas y los yuyos que invaden el jardín , ahí , en donde está la reja . - ¿ Y si saltamos la reja ? - Ni loco . - ¿ Tenés miedo ? - No .
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