y la feminidad. Siendo las mujeres muestra de la pureza de las intenciones revolucionarias.
En relación con el espacio doméstico y la privacidad, según Higonnet (2005) en las obras de la época burguesa del siglo XIX se puede apreciar a las mujeres virtuosas en el hogar, es decir, mujeres que se representaba a sí mismas en roles domésticos que por excelencia estaban al servicio del hombre. Sin embargo, en ocasiones lo hacían con un toque de humor o reflexión.
Por otro lado, en referencia a la última atribución, se evidencia la mención a la pasividad como característica de la feminidad. Por ejemplo, Mayayo (2003) citado en Almonocid (2012) recurre a una fotografía de Robert Doisneau, para ilustrar la dimensión política que reviste la mirada en la cultura patriarcal.
Según Mayayo (2003), en esta imagen se ve a un matrimonio de clase media quien se detiene ante el escaparate de una galería de arte. Mientras la mujer comenta los pormenores del lienzo, el hombre no le presta atención y desvía su mirada hacia el retrato de una mujer desnuda que cuelga en la pared opuesta.
De acuerdo a algunos planteamientos de Mulvey (1975) citado en Almonocid (2012), el placer visual se ha divido en activo/masculino y pasivo/femenino. De manera que a las mujeres se les asigna la condición de mirabilidad/ser vistas y a los hombres como el sujeto que mira. Además, la representación de la mujer en muchas obras obedece a la representación de las fantasías de sus creadores varones. Generando así una asimetría en las relaciones y en los géneros.