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El ladrón devoto
Era un ladrón malo que más quería hurtar
que ir a la iglesia ni a puentes alzar;
mal sabía las cosas de su casa administrar,
vicios tan malos no los podía dejar.
Si hacía otros males, eso no lo leemos;
sería malo condenarlo por lo que no sabemos,
más abandonemos esto que dicho vos a vemos,
si algo hizo, perdónelo Cristo en quien creemos.
Mucha maldad tenía, también una bondad
que mucho le valió y le pudo salvedad;
creía en la Gloriosa con fuerza y voluntad,
la saludaba siempre junto a su Majestad.
Decía “Ave María” y más de la escritura,
y se inclinaba siempre delante su figura;
decía “Ave María” y más de la escritura,
tenía su voluntad con esto más segura.
Como quien en mal anda en mal ha de caer,
le pillaron en hurto es ladrón a prender;
no tuvo argumento con qué se defender,
juzgaron que lo fuesen en la horca a poner.
Lo llevó la justicia para la encrucijada
donde estaba la horca por el concejo alzada;
cerráronle los ojos con toca bien atada,
alzáronlo de tierra con la soga estirada.
Alzáronlo de tierra cuanto alzar quisieron,
cuantos cerca estaban por muerto lo tuvieron:
si hubieran sabido lo que luego supieron,
no le hubiesen hecho eso que le hicieron.
La Madre Glorïosa, rápida en socorrer,
que suele a sus siervos sus penas resolver,
a este condenado lo quiso proteger,
se acordó del servicio que le solía hacer.
Metió bajo sus pies donde estaba colgado
sus manos preciosas, lo tuvo aliviado:
no se sintió por cosa alguna preocupado,
no estuvo también, jamás mejor pagado.
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