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El ladrón devoto    Era un ladrón malo que más quería hurtar que ir a la iglesia ni a puentes alzar; mal sabía las cosas de su casa administrar, vicios tan malos no los podía dejar. Si hacía otros males, eso no lo leemos; sería malo condenarlo por lo que no sabemos, más abandonemos esto que dicho vos a vemos, si algo hizo, perdónelo Cristo en quien creemos. Mucha maldad tenía, también una bondad que mucho le valió y le pudo salvedad; creía en la Gloriosa con fuerza y voluntad, la saludaba siempre junto a su Majestad. Decía “Ave María” y más de la escritura, y se inclinaba siempre delante su figura; decía “Ave María” y más de la escritura, tenía su voluntad con esto más segura. Como quien en mal anda en mal ha de caer, le pillaron en hurto es ladrón a prender; no tuvo argumento con qué se defender, juzgaron que lo fuesen en la horca a poner. Lo llevó la justicia para la encrucijada donde estaba la horca por el concejo alzada; cerráronle los ojos con toca bien atada, alzáronlo de tierra con la soga estirada. Alzáronlo de tierra cuanto alzar quisieron, cuantos cerca estaban por muerto lo tuvieron: si hubieran sabido lo que luego supieron, no le hubiesen hecho eso que le hicieron. La Madre Glorïosa, rápida en socorrer, que suele a sus siervos sus penas resolver, a este condenado lo quiso proteger, se acordó del servicio que le solía hacer. Metió bajo sus pies donde estaba colgado sus manos preciosas, lo tuvo aliviado: no se sintió por cosa alguna preocupado, no estuvo también, jamás mejor pagado. 8