Revista de viajes Magellan Octubre 2017 | Page 41

de la montaña. Subimos agarrándonos de los troncos para no resbalar en el fango del terreno, y cuidando nuestras manos para no apoyarnos en cortezas llenas de puntas o recubiertas de hormigas. A media ascensión, Pascal nos pidió silen- cio. Estábamos ya muy cerca de la madre y la cría. Nos tumbamos al suelo. Cerca de mí, se movió algo rápidamente. Vi una cola. Me alarmé. ¿Una serpiente? Luego vi una cabeza. Suspiré aliviado. Era una simple lagartija que se escudriñó entre la hojarasca muerta y se fue pendiente abajo, hacia uno de nuestros compañeros que se había quedado rezagado. Éste siguió al reptil con la vista hasta que se perdió en la selva. Entonces lo vio. Un enor- me chimpancé macho que le estaba observan- do desde unos cinco metros, con curiosidad. Al verse sorprendido, el macho retrocedió y se internó en el bosque, dejándonos a todos, guías incluidos, entusiasmados por haber sido seguidos por el chimpancé. Escuchamos un ruido por encima de noso- tros y escudriñamos las ramas de los árbo- les. Jugando cerca de la copa, moviéndose como un columpio peludo, vimos a la cría, una silueta negra recortada contra el verde de la vegetación. Bajo la atenta mirada de su madre, subía y bajaba por el tronco, como si se tratara del palo de una estación de bombe- ros. El pequeño tanteó una rama, probando su resistencia, y se encaramó a ella flexio- nándola bajo su peso para luego saltar en ella como si fuera un trampolín. Podíamos ver la Plantas trepadoras en la selva del Monte Nimba 41