Revista de viajes Magellan Magellan Nº41 | Page 25
Azdine Oualid ante el baniano
sagrado de Fa’anui
−La gente del pueblo era enterrada bajo
tierra −comentó Azdine−, pero los ari’i, los
reyes de antaño, eran enterrados en los árbo-
les. Y este baniano que ves aquí era uno de
los favoritos en el valle de Fa’anui.
Me dijo que aquí hace un tiempo vinieron
especialistas de la Universidad de Hawai’i y
con ultrasonidos detectaron hasta siete cuer-
pos en el interior del árbol. El tronco había
ido creciendo alrededor de los cadáveres que
habían sido introducidos entre los pliegues
de la corteza hasta convertirse en una tumba
hermética.
El árbol se encontraba a los pies del monte
Ohue, uno de los tres grandes picos que coro-
nan el centro de la isla. Desde el bosque veía
la montaña como una especie de torre que
se levantaba por encima de los 600 metros.
La montaña me tentaba, así que a la mañana
siguiente me decidí a subirla. Empecé visitan-
do un par de los cañones que los americanos
instalaron durante la Segunda Guerra Mun-
dial. Estaban un poco oxidados, pero seguían
igual de amenazantes, con sus bocas mirando
la entrada de la laguna. Desde aquí el cami-
no se convirtió en una senda que subía por la
cresta de la montaña, atravesaba una porción
de una espesa selva y remontaba la base roco-
sa del pico. Unas cuantas cuerdas fijas evita-
ron que resbalara en alguno de los pasos más
complicados y, cuando llegué a la cima, quedé
estupefacto ante la extraordinaria visión que
se me ofrecía bajo los pies: la perfecta lagu-
na con sus matices azules se extendía hasta
los motus o isletas del círculo coralino que la
rodeaba. A lo lejos se adivinaban las siluetas
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