Revista de viajes Magellan Magellan Nº41 | Page 26
de otras islas del archipiélago como Maupi-
ti. Taha’a o Tupai. Y a mi espalda, las otras
dos cimas del centro, Pahia y w, levantándose
orgullosas por encima de los valles. Pocas vis-
tas del Pacífico pueden compararse a esta…
Esa noche decidí reponer fuerzas con la
comida casera de una de las roulottes que
cada tarde se instalan frente a la iglesia pro-
testante de Vaitape. En Chez Nico probé el
poisson cru au lait de coco, el plato nacional,
y mientras lo terminaba empecé a escuchar
el ruido de tambores. Se escuchaban fuertes,
muy cercanos. Me imaginé estar presente
en uno de los espectáculos de danza con los
que los jefes polinesios honraron a Cook y a
su tripulación. Seguí hechizado a la música
y me encontré en medio de un ensayo para
la gran fiesta de Heiva que se celebraría en
pocas semanas. Varias decenas de hombres
y mujeres bailaban al ritmo de los tambores,
bajo la luz de unas farolas, en el centro del
descampado que hay junto al puerto. Vi los
cuerpos atléticos de los hombres tensarse con
cada golpe de tambor; la piel de las jóvenes
chicas brillaba de sudor con cada pequeña
ondulación de sus brazos y piernas. Me senté
al césped con las familias locales que habían
venido a ver el ensayo y me dejé llevar, como
ellos, por el entusiasmo de la música y la
coreografía. Me hacía feliz haber comproba-
do que la música y la danza tradicionales, la
lengua o incluso algunas creencias antiguas
seguían existiendo en esas islas como en los
tiempos de Cook y que, a pesar de haber sido
colonizadas e invadidas por misioneros y
turistas, de ellas aún emanaba la esencia poli-
nesia, como el aroma del aceite de monoï que
untaba la piel de las bailarinas o el eco de los
tambores que retumbaban en la montaña. v
Más información en:
www.tahititourisme.com
www.airtahitinui.com
26
Puerto de Vaitape con los
montes Ohue y Pahia de fondo