Revista de viajes Magellan Magellan Nº41 | Página 20

Marae de Pae Pae Ofate Nui lector de peces cuando baja la marea y en el que los vecinos siguen pescando. Nos encon- trábamos en el marae de Pae Pae Ofati Nui, uno de los mejor conservados. Unos pocos centenares de metros más arriba llegamos al gran marae de Matairea, en el que el capitán Cook vio el baile de centenares de arioi en una ocasión. Solo distinguí una plataforma de piedras que parecían removidas, y el anti- guo lugar sagrado había perdido ya toda su función religiosa: la selva se había apoderado de él. Pero la misma selva que había reclama- do su terreno ofrecía también aquí sus frutos para quien quisiera recogerlos: cocoteros, nonis, mangos… Una de las chicas cogió una rama caída y se acercó a un papayo que tenía frutos maduros en lo alto del tronco. Con unas sacudidas del palo cayeron varios frutos e, improvisadamente, con ellos cele- bramos un picnic en la selva. Los templos de Maeva y Matairea de Hua- hine, a pesar de estar bien conservados, no fueron los más importantes de la Polinesia Francesa. Para conocer al padre de todos los templos debía viajar a Raiatea, la isla sagrada. Cogí otra vez el avión y al llegar a la isla subí a un pequeño bote para descubrir la laguna que la rodea. Sus colores de azul turquesa destacan sobre el verde oscuro de las montañas salvajes que se levantan en el interior de la isla, alrededor del altiplano de Temehani. El piloto de la barca, Hoani Brotherson, me comentó que el nombre de la montaña principal significa la Puerta del Cielo y, supuestamente, era desde ahí donde las almas de los difuntos subían al cielo. 20