Revista de Español La belleza del arte | Page 40

Todo aquello lo puedes sentir solo si realmente te conectas con la historia de lo que te rodea, puedo incluso ponerme a pensar en quién había estado antes sentado en la silla en la que ahora estoy e imaginar todas las historias que aquella persona tenía, te pueden venir a la mente caras, rostros, emociones y esencias.

Algunos tenían en mente que pintura podrían escoger, pero yo estaba segura de que la pintura que yo escogería sería porque me habría llamado la atención y había encendido en mí un cuestionamiento o sentimiento, incluso si me hacía imaginar una historia emocionante, dramática y llena de elementos sabría que quedaría atrapada en ella.

Muchas y muchas más pinturas fueron pasando para poder escoger la indicada, la que me haría sentir mil emociones y cosas que no se pueden del todo explicar. Todas las que se encontraban en el lugar eran bellas y estaban llenas de historias y magnificencias, todas se notaban, se hacían presentes, pero ninguna me hacía sentir esas emociones.

Me asomé a la ventana y tomé un poco de aire, con lo cual pude comparar el aroma que había adentro y afuera… Sí, el aire te contaba millones de cosas, te decía por dónde ir, te decía el nombre de las pinturas y te susurraba acontecimientos.

Al asomarme por la ventana y al ver el cielo contrastado en un gris, me sentí parte de lo que había sido antes, me sentí parte de una historia antigua e importante, me pude imaginar dentro de todo esto, relatando una historia y sin más, viviéndola.

Seguíamos pasando por todos los pasillos, viendo y admirando el arte, sintiendo, además, los olores que emanaban del lugar. El olor que me gusta es ese que te hace recordar cosas, ese olor hace que piense en lo que fue un pasado. Recuerdo una vez que entré al estudio de un tío, donde se encontraban miles objetos y libros viejos, entre todas esas cosas se encontraba un Stradivarius, el cual tenía ese mismo olor. Todo el museo me traía esos recuerdos.

El museo es demasiado grande, y por ello es toda una experiencia visitarlo y recorrerlo. También me sentí en una obra muy famosa de Shakespeare, la de “Romeo y Julieta”, no por ser uno de los personajes principales, sino por recorrer toda la casa, es como si yo ya los hubiese caminado antes o y los conociera a la perfección, lo cual era una locura, pero mi mente creía ya haber estado ahí antes, aunque una vez abiertos mis ojos todo era aún un misterio.

Pasamos rápidamente a la biblioteca, que era gigante, cada pared repleta y repleta de libros encajaban perfectamente en el lugar donde se encontraban, se escuchó el crujir de cada hoja y pareciera que pedían a gritos que se leyeran o que, por lo menos, fueran tomadas por alguien.

Entramos al coro, ahí habían unas cuantas sillas de madera al estilo barroco, mientras en el fondo se encontraba la estatua de un fraile, quizá era el fray Margil, pero que al verlo daba miedo. Pudimos contemplar el órgano gigante que se encontraba y entre ecos y murmullos escuchábamos el coro, voces que el tiempo se había llevado, eran voces de niños cantando hermosas canciones dirigidas a divinidades; pasamos después al coro de la capilla de Nápoles, una de las más hermosas capillas que pueden existir, pues es reluciente por el oro que la cubre, y que una vez que entras te sientes parte de aquella multitud de niños cantores, esa parte fue de mis favoritas.