Los cuadros corrían por mis venas, ¡sí que corrían!
Por: Zoé de Loera
La visita al museo fue una experiencia muy divertida y entretenida. Tratamos de visitarlo un día lunes, ya estábamos afuera cuando nos informaron que estaba cerrado porque los lunes no abren. Fue una odisea aquella tarde debido al suceso tan “¿divertido?” que nos ocurrió. Pese a ello pudimos sentir la esencia, desde afuera, de aquel lugar.
Al día siguiente decidimos regresar. Creer que hay un lugar tan mágico y tan lindo en una ciudad llena de tráfico, humo y ruido es hermoso. Ese lugar está repleto historias magnificas, está lleno de pinturas y cada una de ellas es completamente diferente, cada una tiene una historia, un autor, un aroma, una textura… Cada una tiene un propósito.
Cuando llegas a la entrada del museo puedes sentir grandes cosas, sus jardines verdes te llevan a épocas antiguas donde este albergaba a frailes; a la entrada te sientes como parte de una historia que quedó inconclusa, te sientes como atrapada en un cuento de hadas.
Ya estando en el lugar, mis compañeros y yo logramos registrarnos y guardar nuestras cosas para empezar el recorrido de historias alucinantes, divertidas, o quizás hasta terroríficas… ¡Vaya uno a saber! Nos dieron una pequeña introducción sobre todo lo que conoceríamos y veríamos. La mayoría de todas aquellas pinturas estaban hechas para lugar… Ése que resguardaba historia y arte.
Al primer paso que dimos entre los pasillos de aquello que había sido la casa de unos frailes, mis amigos y yo sentimos cosas… cosas raras, cosas bellas, cosas demoniacas, cosas inexplicables…. ¡Estaba ansiosa por conocer todo lo que ahí aguardaba! Me esperaba mucho por aprender. Cuando empezamos a adentrarnos sentí como la historia de cada cuadro corría por mis venas.
Pasando por cada pasillo se podían encontrar distintos óleos y diversas formas de expresar el arte. Cada roca, cada pared y cada paso que dabas se convertían en pasado, en un pasado que se quedaría en el museo para siempre.
Las pinturas que por los pasillos observabas te contaban sinfín de historias, escuchabas de manera atenta cada palabra que salía de la boca del guía, tratando de ver la historia a través de la pintura, escuchando gritos, voces, lamentos y lloridos… Sintiendo el dolor, la alegría, la culpa, el amor, la tristeza, el desagrado y la divinidad en cada una de las obras.
Podías incluso congeniar con algún elemento y sentirte parte de la pintura, intentando ver lo que ocurría… Podías ser un vaso, una corona, un fraile o una persona. Podías ver en los ojos de los personajes historias, estando ellos dentro de una y así cada uno contaba lo que tenía que contar, sus gestos y actitud lo decían todo, no había por qué preguntar, tenían una vida propia.
Subiendo las escaleras de aquel misterioso sitio pudimos encontrar a un gigante, él te contaría la más fantasiosa historia, ¿pero por qué un gigante? Un fraile rezaba y oraba al igual que sus demás compañeros, esperando algún milagro de parte de Dios: una batalla entre ángeles y demonios para salvar a una divinidad, mientras un señor aguardaba a la orilla y veía lo ocurrido. Un par de señores hacían una masacre a unos niños, una Virgen de Guadalupe esperaba ser venerada… ¡una gran historia que esperaba a ser descubierta!
El pasar por los pasillos de aquella vieja estructura me hizo concebir sentimientos… sentimientos de una multitud. Sentí emociones: alegría, miedo, tristeza y angustia, cosas que solo con saber la historia de las personas puedes entender, pero también sentí ojos siguiéndome, ojos que me asechaban atentos cada paso y cada movimiento que hacía. Esto no me provocó miedo, sino curiosidad.