Fiorello Pedemonte Véliz
En mis paseos de zombie esquelético escuchaba el aullido de los perros callejeros sedientos y observaba cómo las enormes hormigas cortadoras de hojas devoraban las últimas plantas exangües de los maceteros apilados en un rincón. Cuando pasaba cerca de la gran sala común, olía una mezcla de cloroformo y sudor que se levantaba de la muchedumbre de pacientes amontonados en el suelo y en camas improvisadas. Al ver esto me sentía privilegiado de estar en una sala un poco más aislado de los demás.
Irina Petrova era una amiga rusa con quien había creado lazos a través de las clases que yo daba a su hija mayor Natalia, una adorable e inteligente niña de 7 años de enormes ojos azules, quien era una de mis mejores alumnas. Mi relación con Irina era una combinación de amistad y atracción pasional. Ella me atraía por su sensibilidad artística, su valentía, sus expresivos ojos azules, su figura alta y delgada y ese tono peculiar al hablar el español. Irina era una gran artista plástica que había tenido una formación de alto nivel en una universidad rusa. Su especialidad eran los murales con contenido social, los cuales había pintado en diferentes pueblitos de la región,durante el apogeo de la revolución sandinista.Había renunciado a las comodidades de su hogar paterno en Rusia por involucrarse emocionalmente con Carlos Baltodano, un revolucionario sandinista que estaba de paso allí para especializarse en una profesión técnica y quien la entusiasmó a dejarlo todo en Rusia para irse juntos a Nicaragua.Irina dio este paso radical en contra de la voluntad de sus padres con quienes había cortado toda relación, lo cual la imposibilitaba para regresar.Eran los tiempos donde la revolución sandinista era noticia mundial y muchos extranjeros llegaban a Nicaragua para solidarizar y hacer trabajos voluntarios.Sin embargo, con el paso de los años, declinaron los ideales revolucionarios y se deterioró la relación entre Irina y Carlos hasta el extremo de violencia física y sicológica por parte de él.Estaban separados e Irina no recibía ningún tipo de apoyo de Carlos,lo cual la había llevado a una situación miserable.