rico como para que todos crean que esos pedazos de papel
verde (Friedman 25) en efecto podrían ser cambiados por
oro.
Pero, como los acuerdos internacionales solo son
inviolables hasta que alguien con poder suficiente deci-
de violarlos, el 15 de agosto de 1971, el presidente Nixon
anunció que su gobierno había adoptado la medida mo-
netaria más revolucionaria del Siglo XX. La 'revolución'
consistió en anular el compromiso de pagar con oro el va-
lor del dólar. Así se puso en práctica la receta de algún
legendario alquimista, solo que en dirección inversa: el
patrón-oro se transformó en patrón-papel. Los hechos que
sucedieron después son bastante conocidos: la emisión de
dólares sin respaldo deterioró su cotización frente a otras
monedas del Primer Mundo; la inflación mundial, un suce-
so desconocido hasta ese entonces, amenazó con aprisio-
nar a todo el mundo; se facilitó el financiar e inflar la deuda
del tercer mundo; y, la disciplina monetaria quedó sujeta a
la sola voluntad de los gobiernos de tumo.
Lo paradójico de esta breve historia, es que Europa,
que ordenó dar vida al dólar, ya dejó de utilizarlo. Mientras
que en América -que lo único que hizo fue bautizarlo- la
metamorfosis que transformó al dólar de plata, en dólar de
oro y en dólar de papel, continúa en el dólar de tinta con la
que se contabiliza nuestra creciente deuda externa.
El Peso Latino
En la segunda década del Siglo XXI, en los 19 paí-
ses de América Latina, como se afirmó en la introducción,
el dinero circula con 10 nombres distintos: Peso en Argen-
tina, Chile, Colombia, Cuba, México, República Domini-
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