que así podrían dejar de depender de los envíos de las li-
bras esterlinas que llegaban tarde, malo nunca. La petición
de Franklin fue diplomáticamente escuchada, antes de ser
toscamente negada. Sin embargo, Franklin era un hombre
práctico y, antes de retomar a Norteamérica, adquirió la
mejor imprenta que su profesión de físico le aconsejaba.
Pocos años después, esa imprenta demostró su eficacia al
imprimir todos los billetes 'continental' requeridos para
pagar los gastos de la revolución y liberación de los Esta-
dos Unidos.
El éxito de los continental como instrumento revo-
lucionario y su fracaso como instrumento económico, es
claramente descrito por el propio Franklin cuando, en 1779
y en plena guerra de independencia, escribía a su amigo
Samuel Cooper lo siguiente:
Nuestra moneda se ha convertido en una máquina
maravillosa: ha cumplido todas sus tareas desde el
momento mismo en que la emitimos; con ella paga-
mos los sueldos y los uniformes de nuestras tropas;
nos sirve para comprar municiones y vituallas; y
cuando tenemos que imprimir una cantidad mayor,
ella misma se paga auto depreciándose.
(Galbraith 73)
La frase' no vale un continental' , hasta el día de hoy
tiene un tono despectivo en la cultura norteamericana. En
efecto, los continental perdieron todo su valor una vez que
la revolución iniciada el4 de julio de 1776 había triunfado.
ASÍ, la naciente economía necesitaba de una moneda nueva
y confiable.
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