Revista Caracter 2 - 2014 Vol. 2 | Page 122

así que no podría usar el arbitrio de detener en la frontera a los ciudadanos de Alemania del Este. Por otro lado, no era posible detener la euforia del reencuentro entre parien- tes y conciudadanos ni tampoco negar que, a pesar de las décadas de aislamiento, seguía existiendo una sola nación. De esta manera, parecían repetirse en reversa los eventos ocurridos al fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando la parte occidental fue dividida en tres zonas ocupadas por tres distintos ejércitos. En esa ocasión y sin realizar ningu- na consulta política, el Banco Central Alemán -el Bundes- bank- dictaminó que el Marco circule como dinero oficial en las tres zonas. Así, aglutinadas por una sola moneda, las tres zonas casi de manera automática comenzaron a ser parte de un solo país: la Alemania Federal. Esos eventos seguramente fueron recordados por Helmut Khol, Canci- ller de Alemania Federal, cuando la tarde del 6 de febrero de 1990 -bajo la intensa presión de los alemanes del Este por ingresar masivamente al Oeste- anunció que, a partir de ese día, el occidente y el oriente de Alemania comparti- rían la misma moneda. El conocimiento histórico del Can- ciller Khol rindió sus frutos: sin conflictos y aún antes de que exista un decreto oficial, las dos partes de Alemania se convirtieron en un solo país. La inesperada reunificación convirtió a Alemania en la nación más poderosa de Europa, al incluir a la Alema- nia Oriental que por sí sola constituía la novena potencia económica del mundo. El marco alemán pasaba a ser para Europa lo que el dólar era para América. El Bundesbank podría controlar en Europa, la inflación, las tasas de in- terés y los tipos de cambio, tal como el Fed controla esas variables en Norteamérica. De esta forma, para las dos partes -Alemania por un lado y el resto de países europeos - 130 -