Revista Caracter 1 - 2012 Vol. 1 | Page 89

Pero en aquel contexto programático se tendía innecesa- riamente a un exagerado estatismo que confrontaba con una ya superada privatización. y no es ocioso anotar, que pronto apare- cieron las críticas de sus opositores, los que a veces y de modo desacertado, contraponían con sensacionales comparaciones otras experiencias. Tales críticos desconociendo realmente lo sucedido en cada caso, recordaban a las nuevas autoridades imitar en unos casos y a no seguir en otros, lo acontecido en países vecinos. Así traían como ejemplos, la aplicación de los dos modelos extremos, las experiencias de Chile y Bolivia, es- tados ambos, que consideraban ejemplos de altos y bajos niveles de crecimiento respectivamente. Totalmente desatinadas eran las propuestas de tales opositores. Inexplicablemente se concentra- ron como paradigmas de lo bueno y lo malo, en esos dos países, sin indagar las circunstancias históricas y geográficas de cada uno. Desafortunados, los que fanáticamente propusieron, a Chile como modelo económico de referencia, soslayando que sus altas tasas de crecimiento, aún hoy su economía figura entre las más excluyente socialmente, y se sitúa entre las que se registran ma- yores brechas en los niveles de ingresos según segmentos de la población, en el mundo. Sentados estos antecedentes de la polémica, se pone en este acápite de modo muy resumido cuáles son las enseñanzas que hasta ahora ha dejado el debate en cuestión. Afortunadamente y a pesar de toda esa confrontación de líneas tan extremas de actuación, hoy día la generalidad de los economistas latinoame- ricanos, coinciden, en un conjunto de principios básicos, los que inexorablemente deben observarse, en toda estrategia de desa- rrollo. En lo que a modelos de dirección económica se refieren. En eso la gran mayoría coincide y cuentan sus experiencias ex- traídas en la práctica internacional acumulada, de que en todo modelo de desarrollo deberá observarse: lro.- Que la adopción de una total liberalización de los mecanis- mos de mercado, como también los intentos indiscriminados de intensificar la práctica de las privatizaciones de las empresas pú- blicas, realmente no reducen (tampoco tienen porqué excluir) 99