la hablante de este poema, con gesto conmiserativo dice: "
mi siempre lastimada y jamás dulce niña/ atesorando ibas
antifaces"(v.26-27),
a continuación proclama "Y no me
adivinabas heredera y alumna" (v.28). Si desde niña ha te-
nido que esconder su verdadero sentir, ahora de mujer, la
hablante ha superado el miedo. Esta ruptura del ideal feme-
nino promueve una revisión de la ideología de la domes-
ticidad que trae como consecuencia una mujer que hoy se
pone o se quita los antifaces a su gusto. La palabra "simula-
cro" en el verso 27 da la clave: una vez adulta la hablante
recurre a los antifaces por voluntad propia, no por miedo.
Los retoma para controlar su destino en un mundo lleno
de acoso. Ahora recuerda, y sabe manejar sus experiencias
subjetivas porque con ellas afirma su ser femenino. Pero al
mismo tiempo, la hablante de estos versos "utiliza" esta vo-
luntad educada para sacar una ventaja en el presente donde
la propia contención es su defensa. La cautela es su mejor
arma:
Pero, tanto sigilo, que ya no me sé el nombre
de las cosas, ni de este sentimiento
que está sobrepasándome, dulce e impetuoso,
doloroso, quizás. quizás desesperado. (35-38)
La mujer ha tomado conciencia de su ser, y este
sentimiento, a pesar de ser desesperado, la "sobrepasa",
es más fuerte que los años de tradición impuestos sobre su
vida. Aunque:
En no entenderlo está mi vanagloria,
está mi precaución y mi obediencia.
Mi niña. mi tirana, contemplándote
sé que todo es inútil, que me parezco a ti,
y que en ti permanezco, voluntaria y cautiva.
Es mi memoria cárcel, tú mi estigma, mi or-
gullo.( 43-48)
La niña de ayer nunca saldrá de su vida pero la per-
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