REVISTA CANDÁS EN LA MEMORIA - Numero 8 Abril 2019 REVISTA NUMERO 8 CANDÁS EN LA MEMORIA | Page 14
FIDELIO PONCE DE LEÓN ,EL HOMBRE Y EL
ARTISTA
Del autor que mejor lo conoció Juan Sánchez
Tenía la obsesión de estar saturado,
de ser todo él una regadera de gérmenes patóge-
nos que se esparcían al más mínimo movimien-
to.63 Sin embargo, la costumbre de andar siem-
pre con sombrero era vieja en Ponce, desde los
tiempos de la pajilla. En realidad, según los ami-
gos, desde que el pelo comenzó a caérsele de-
cidió andar siempre con la cabeza cubierta.
Sintió siempre un horror insuperable ante la
alopecia
A finales de 1946 se pudo decidir el ingreso del
pintor en el sanatorio. Allí, entre sábanas que
eran prácticamente su mortaja, con una latica al
lado para echar los esputos, Ponce no abandonó
su manía por el dibujo ni por las coplas. A Es-
cobedo, que llegó con catarro a visitarlo un día,
le escribió sobre un papel:
Oh, catarro del invierno
cómo toses tu canción.
A tí te gritan los bronquios
y te inunda la infección.
Conversaba con los médicos y los pocos ami-
gos que iban a visitarlo de «las locuras del arte,
que constituyeron su dogma y su fe». Así, escri-
bió al doctor Mario Cárdenas Pupo: «Caro ami-
go, ayúdame a María y al niño, pues se hallan po-
bres y no puedo hacer nada por ellos.» En reali-
dad, mientras estuvo en el sanatorio, se trató de
promover cierta ayuda económica a María y a
Poncito. La vía escogida fue el llamado Patrona-
to de las Artes Plásticas. Los miembros del Pa-
tronato pagaban un peso mensual y de los fon-
dos así obtenidos se adquirían periódicamente
obras cuyo precio promedio no solía sobrepasar
los cuarenta pesos. Cada mes se rifaba una obra-
y si al término de cinco años —según el regla-
mento de la institución— algún miembro no re-
sultaba agraciado en los sorteos, tenía derecho a
recibir en calidad de amortización un cuadro o
una escultura que él mismo escogía. Esto parecía
estar orientado a estimular el pago del peso men-
sual más allá de toda posible mala suerte...
En el caso de Ponce se pudo organizar una lista
de donantes voluntarios para el sostenimiento
de él en el sanatorio y el de su familia: María y el
hijo, Poncito. Pero, reacio a vivir blandamente
de la caridad ajena, Ponce solicitó de sus amigos
médicos que se le diera de alta y se le permitiera
hacer el reposo indicado en la casa. Su vida era
un largo drama, pero él jamás diría como el
poeta francés Verlaine: «Yo no tengo más que
una madre, es la asistencia pública.»
«Mario, quiero que vengas pronto por este in-
fierno de paciencia; quiero que vengas un rato-
para charlar de tisis y de arte. Bien, noble ami-
go, te espero en breve y tráeme un vasito de
estímulo para aliviar el dolor de mi tisis roja.»
«Querido Mario: yo creo que el doctor Gómez.
Ortega me está dando copitas de estímulo y mi;
tisis sigue destruyéndome, a pesar de su melif-
luo»
léxico. Si estoy bien.. . ¿a qué viene la febrícula,
por la tarde de 37,2 y los fogajes que siento por
Ja tarde también? Bien, noble amigo; el doctor
Gómez Ortega me ve el fluoroscopio y me dice
que estoy bien. Muy bien, es un estribillo ...
, Será verdad? Yo quiero, caro amigo, que hables
con él y que investigues mi estado. Es muy do-
loroso estar malo y creerse en estado de perfecta
sanidad. Espero cuando vengas me digas algo-
de este asunto. Tu amigo, Ponce.»
Otra nota: «Mario, ven a verme, que tengo
que hablar contigo; me hallo solo, mis compa-
ñeros no son, no tienen nada en la chola, no es-
tán. Bien, si se te quita el catarro, ven a char-
lar.»
Justamente a raíz de ser internado en el Sa-
natorio La Esperanza fue creado un Comité de
Damas de Ayuda al Artista Ponce, siguiéndose
en ello el cartabón de cierto sector de la bur-
guesía para ejercer la «caridad» privada. Ponce
permaneció ocho meses en el hospital. Durante
ese tiempo, el dinero recolectado mes por mes
arrojó el siguiente balance: noviembre, noventa
y ocho pesos; diciembre, treinta y tres; enero 14